Lunes Otra Vez Mauricio Muñoz

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Tomé la oportunidad tan pronto se me presentó. La experiencia que había tenido mi hermano hace algunos años de no encontrar chamba en un buen rato tras terminar la universidad me dejó claro que más vale aprovechar cualquier opción que se aparezca, así que, cuando finalmente me contestaron uno de mis 300 mails solicitando empleo, fui a la entrevista con mi cara de recién egresado.

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No sé si también los has notado. A lo mejor es por las redes sociales que ahora nos damos cuenta mejor, pero hay algo extrañamente común en las personas de nuestra edad. No hagas esa cara, puede que me vea más jodido que tú, pero sé perfectamente que somos contemporáneos. Ya sabes, gente que lleva trabajando unos cuantos años y con mucha probabilidad su carrera profesional no sea lo intrépida, emocionante y satisfactoria que esperaban que fuera cuando estaban en sus veintes. Antes de empezar a contártelo, quiero pedirte que, sin importar lo que diga, no opinarás nada hasta el final, hasta que yo diga: listo, he terminado.

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La mayoría de las empresas decentes son muy cuidadosas al momento de contratar a su personal. La idea detrás de un riguroso proceso de selección, me informan, es encontrar a los mejores elementos para cada función dentro de una compañía, ya sabes, para que el engranaje corporativo esté siempre bien aceitado y pueda caminar de forma segura y eficiente. Sin contratiempos.

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Después de algún tiempo en el mundo laboral estoy convencido al 100% que la clave de mi felicidad está en hacer completamente lo opuesto a lo que estoy haciendo ahora. No creas que no lo sé. Pero hay una gran diferencia entre saberlo y admitirlo, y créeme, me he vuelto buenísimo en hacerme pendejo.

Video de Jim Caarrey que menciono en el episodio: https://vm.tiktok.com/ZS4PTcbk/

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Recuerdo perfecto cuando me dijo: "Mijito, no sabes el gusto que me da que hayas terminado la carrera". Después sacó una libreta vieja donde tenía anotados, meticulosamente, todos los años que pagó mi colegiatura. Créeme, sus palabras fueron: "No sólo estamos festejando tu graduación, sino también la mía, porque oficialmente ya no voy a pagarte NI-MA-DRES".

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No te burles, en serio. Aunque te sientas el güey más seguro del mundo, siempre te puede pasar, es parte del riesgo que todos ciegamente aceptamos al poner nuestra firma en un contrato laboral. ¿Te acuerdas cuando ibas en la escuela? Imagina que estás en el salón de clases y en eso llega la coordinadora a la puerta y le pide a tu maestra que te deje salir porque la directora quiere hablar contigo, y en eso escuchas un "tsss" de los compañeros de salón asumiendo que te van a suspender, reprobar, expulsar, sancionar o la peor de todas, tus papás no han pagado las colegiaturas y bueno, van a tener que pedirte que le llegues a la chingada de su escuela por pobre.