Un Mensaje a la Conciencia

ahp@conciencia.net (Hermano Pablo y Carlos Rey)
Un Mensaje a la Conciencia

Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.

Episodes

  1. 3 HR AGO

    ¿Son privadas las redes sociales del cónyuge?

    En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace tres meses me di cuenta de que mi esposa me fue infiel.... Tenemos una hija de tres años, así que cuando mi esposa me pidió que la perdonara, la perdoné y le dije que le iba a dar nuevamente mi confianza. Pero cuando le pedí que me dejara ingresar a sus redes sociales... me dijo que no porque eso era privado, y que yo me estaba comportando demasiado tóxico. ¿Qué consejo me dan?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Antes de hacerle algunas sugerencias, vamos a tener que suponer que no ha engañado a su esposa tal como ella lo ha engañado a usted. Si, por el contrario, usted la ha engañado, entonces ambos han quebrantado sus votos. En ese caso, el perdonarse sería una decisión mutua y no de una sola parte, como usted da a entender. »En segundo lugar, suponemos que cuando usted le pidió a ella que lo dejara ingresar a sus redes sociales, usted le ofreció que, de la misma manera, ingresara a las suyas. De lo contrario, la petición de usted hubiera parecido una manifestación de poder sobre ella, y tal vez incluso un acto de venganza. Eso sí pudiera considerarse tóxico. »Sin embargo, si nunca ha engañado a su esposa, y si le ofreció dejarla ingresar en las redes sociales de usted, entonces es probable que ella tenga algo que está tratando de ocultar. Quizá esté tratando de ocultar los pormenores de la aventura que usted ya le ha perdonado. De ser así, ella debe borrar por completo sus cuentas y mensajes en las redes y comenzar de nuevo, dándole las contraseñas de todo de ahí en adelante.... Así mismo, ella debe tener las contraseñas de todas las cuentas de usted. »A fin de ayudarle a su esposa a comprender por qué esto es necesario, pídale que lean juntos el Caso 272 en www.conciencia.net. En ese consejo dimos a conocer algunas de las razones por las que conviene que las parejas tengan acceso mutuo a sus mensajes y sus redes sociales, incluso si nunca miran las cuentas. »En todo caso, queremos dejar en claro que las parejas que comparten un hogar y una familia no tienen razón alguna para mantener ocultos sus mensajes y redes sociales la una de la otra a menos que el empleo de uno de los dos requiera tal confidencialidad o seguridad interna. En ese caso, lo más probable es que cuenten con dispositivos separados para fines laborales. »Dios diseñó el matrimonio para unir a un hombre y a una mujer. De hecho, su Hijo Jesucristo enseñó que los dos se unen a tal grado que llegan a ser uno solo.1 Ese acercamiento físico representa lo que debiera suceder también en el corazón y la mente de cada uno. Es que cuando uno de los dos o ambos se reservan partes de sí mismos o guardan secretos, el matrimonio jamás podrá ser tan fuerte como Dios quiso que fuera.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 818. Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Mt 19:5-6

    4 min
  2. 1 DAY AGO

    «Recibí flores hoy»

    (25 de noviembre: Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer) Recibí flores hoy. No es mi cumpleaños ni ningún otro día especial. Tuvimos un disgusto anoche, y él me golpeó; pero sé que él está arrepentido, porque me mandó flores hoy. Recibí flores hoy. No es nuestro aniversario ni ningún otro día especial. Anoche me lanzó contra la pared y comenzó a ahorcarme; pero sé que él está arrepentido, porque me mandó flores hoy. Recibí flores hoy. No es el Día de la Madre ni ningún otro día especial. Tenía tantos moretones que me dio pena contestar a la puerta; pero sé que él está arrepentido, porque me mandó flores hoy. Si lo abandono, ¿a dónde puedo ir? ¿Cómo me gano la vida? ¿Y qué será de mis hijos? La situación empeora cada vez más, pero temo dejarlo; pero sé que él está arrepentido, porque me mandó flores hoy. Recibí flores hoy. Mi familia y mis amigos desfilaron ante el féretro para verme, preguntándose por qué no había dejado a mi marido. ¡Si sólo hubiera tenido la fuerza y el valor para dejarlo! Pero no lo hice, ¡así que recibí flores hoy!1 Este imaginario relato póstumo escrito a modo de poema en 1991 por Allen «Two Trees» Dowdell, casado con una mujer que fue víctima de maltrato a manos de su marido anterior, nos obliga a encarar los innumerables casos de mujeres que aún en el siglo veintiuno se dejan maltratar y no le ponen fin a la violencia por el miedo que le tienen a su agresor. El siguiente caso se lo contó al diario El Tiempo uno de los médicos legistas del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses en Colombia. Una mujer llegó con un brazo roto. El médico, al ver que ella tenía secuelas de malos tratos anteriores, le preguntó por qué no había denunciado antes a su esposo. La sufrida mujer respondió: «Mi marido me pegaba lo normal.» Otro de esos médicos informó que había tenido que atender quince veces a la misma mujer golpeada por el mismo agresor.2 Gracias a Dios, toda víctima de semejante violencia puede acudir a Él con la confianza no sólo de que comprende su dolor, sino también de que tiene poder para darle la fuerza necesaria para abandonar al victimario y buscar ayuda profesional. Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo para que sufriera en carne propia el maltrato a manos de crueles verdugos, y así pudiera identificarse con nosotros, interceder por nosotros y ofrecernos a cada uno su ayuda oportuna en toda circunstancia adversa de la vida.3 Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Allen «Two Trees» Dowdell, «I Got Flowers Today» (Recibí flores hoy) septiembre 1991 ; En línea 2 mayo 2007; En línea 12 junio 2018. 2 Tomado de ElTiempo.com, 14 agosto 2011, Redacción Justicia, «Cada día, 140 mujeres son agredidas por sus parejas en Colombia» En línea 25 mayo 2018. 3 Is 53:4-5; Jn 3:16; Hch 2:22-23; Heb 7:25

    4 min
  3. 2 DAYS AGO

    Abuso del derecho

    (Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer) «—¿Cómo te llamas? »—Siervo Joya, mi padrecito. »—¿Y esta mujer es la tuya? »—Vivo con ella desde hace dos años, sumercé. »—Acércate, muchacha.... ¿Os queréis casar? »—No, mi padrecito: yo no quiero... —protestó Tránsito. »Lo cierto fue que los casaron al mediodía. »Siervo no entendió gran cosa de lo que dijo el padre... ese día... La Tránsito comprendió algo más, porque después recordaba que el padrecito había dicho que los hombres no debían pegarles a las mujeres, porque [esos] indios de por [ahí] las [trataban] como si fueran mulas de carga.... »—¿Eso dijo? Y vamos a ver: ¿Cuando resultan bestias y jetiduras como ciertas personas que uno conoce, y no llegan a tiempo con la mazamorrita, como me pasó hace dos días cuando andaba a media mañana por la peña pastoreando la cabra y todavía estaba en ayunas? ¿El padrecito no mentó ese caso? »—Mire, mano Siervo, que no comience con sus indirectas porque vamos a acabar mal. No se crea que porque soy huerfanita y me casaron a la fuerza me puede faltar al respeto. »—Eso sí que no lo dijo el padrecito.... De bruto he debido confesarme por haberme casado. »... Siervo y Tránsito no pararon de discutir hasta cuando llegaron al rancho ya de noche.... Siervo se desató la gruesa correa (de sus tiempos de soldado)..., se escupió las manos para agarrarla mejor, y se le fue encima a Tránsito. No descansó hasta verla tendida en tierra, con la ropa desgarrada y el rostro vertiendo sangre. »—¡Para eso quería casarse! —exclamó ella entre sollozos. Luego se levantó a encender el fogón y a desgranar el maíz para la mazamorra, igual que todas las noches, como habría de hacerlo de allí en adelante toda la vida y por obligación, pues la habían casado “a juro”, a la fuerza, y aunque quisiera, ya no podría largarse.»1 Estos pasajes tomados de la novela Siervo sin tierra del talentoso escritor colombiano Eduardo Caballero Calderón ilustran la triste realidad cultural de aquellos tiempos en esa región de Colombia. Los campesinos de la zona habían aceptado la forma de la Palabra de Dios, pero no su contenido. Siervo y Tránsito se casaron por la iglesia, eso sí, pero a la hora de la verdad, de poco les sirvió en su vida conyugal. ¡Hoy día nos parece inconcebible que así se pase una noche de bodas! Lo más lamentable del caso es que la Biblia enseña todo lo contrario. Tanto es así que San Pablo, después de exhortar a la esposa a que se someta a su esposo, ordena al esposo que ame a su esposa así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Y luego remata diciéndole al esposo que ame a su esposa como a su propio cuerpo, al que cuida y no maltrata a propósito.2 No seamos culpables de perpetuar el ciclo de maltratos de nuestros antepasados. Seamos sensibles más bien. ¡Tomemos a pecho esa exhortación, y resolvamos cada uno amar a Dios y amar a nuestro cónyuge así como Cristo nos amó y se dio por nosotros! Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Eduardo Caballero Calderón, Siervo sin tierra (Medellín: Editorial Bedout, 1977), pp. 68-72. 2 Ef 5:22-33

    4 min
  4. 4 DAYS AGO

    Papá abusador sexual y mamá cómplice

    En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «En una videollamada que mi hermana, de cuarenta y nueve años, nos hizo a mi hermano y a mí y a nuestros padres, ella inculpó y denunció a nuestro padre de abuso sexual, y a mi mamá de cómplice por no haber actuado desde que ella se lo comunicó cuando tenía treinta. »Pido a Dios que esto se solucione con justicia porque amo a toda mi familia, y me gustaría una intervención divina para que Dios sane las heridas y la vergüenza que esto me ocasiona.... En realidad, soy testigo de que mi papá, a quien amo tanto, tenía problemas de fetichismo e infidelidad constante hacia mi madre.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »¡Cuánto sentimos el dolor que usted y su hermano están sufriendo! Comprendemos que le dé vergüenza, aunque nada de esto es culpa suya. »También sentimos el dolor de su mamá. Todo lo que ella ha sufrido ha hecho que tenga temor de revelar la verdad, así que ha continuado encubriéndolo por casi dos décadas. Ella ha optado por proteger a su esposo mentiroso, engañador y abusivo en vez de apoyar a su única hija. »Sobre todo, sentimos mucho que a su hermana se le haya arrebatado la inocencia por parte de quien debió amarla más que a nadie en el mundo. Y para colmo de males, ni siquiera su propia mamá optó por apoyarla una vez que se le reveló al fin la verdad. »... Denunciar y poner al descubierto el sucio secreto es la única manera de proteger a otros niños o a otras mujeres que pudieran ser víctimas de ese abuso. Sin embargo, debido a que ha transcurrido tanto tiempo, es posible que las leyes en su país no admitan algo que sucedió hace tantos años. »En definitiva, a su padre no se le debe dejar con ninguna niña o ningún niño. Si usted tiene hijas, hijos, sobrinas, sobrinos, primas o primos, deben tomarse todas las medidas posibles para protegerlos de su padre. Usted debe revelarles esta verdad a los familiares para que puedan proteger a sus hijas e hijos. No cometa el mismo error que cometió su mamá al tratar de proteger a su padre. Recuerde que la vergüenza que siente usted no es nada comparada con la que ha sufrido su hermana. »Usted dice que desea que Dios resuelva esta situación. ¿Acaso tiene dudas de que su padre abusó de su hermana, a pesar de admitir que es testigo de la clase de hombre que él es? ¿Quiere usted que su hermana se porte como si nada hubiera sucedido y que vuelva a encubrirlo todo? »El Hijo de Dios, Jesucristo, cuando vivió en este mundo dijo que «no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada oculto que no llegue a conocerse públicamente».1 Su padre pensó que podía abusar de la hija sin que nadie jamás se enterara. Pensó que había engañado a todo el mundo. Pero no engañó a Dios.2 Era sólo cuestión de tiempo hasta que todo se descubriera.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 698. Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Lc 8:17 2 Gá 6:7

    4 min
  5. 5 DAYS AGO

    El peso insoportable del dinero

    Salvador García trabajaba de cargador para una compañía de transportes en Madrid, España. Su oficio consistía en descargar los camiones y almacenar la mercancía en grandes bodegas. Con eso tenía para el sustento de su familia. Esa mañana Salvador comenzó temprano su trabajo. Pero era un cargamento descomunal. Se trataba de cajas llenas de monedas. Lamentablemente, por un mal movimiento, se le vino encima una pila de éstas. El hombre maniobró para esquivarla, pero no con suficiente rapidez para librarlo del golpe. Por lo pequeño y flaco que era, Salvador no soportó el peso de tantas monedas encima, en total 410 kilos. El que a un hombre lo aplaste el peso del dinero no es nada fuera de lo común. Al contrario, es algo que sucede todos los días. Lo extraordinario del caso es que lo que aplastó al hombre fue el peso físico del dinero y no el peso mental. ¿Por qué será que hay tanta gente que muere bajo el peso de la obsesión con el dinero? «¡Dinero, dinero! —exclamó Eca de Queiroz, escritor portugués—. ¿Qué no hacen los hombres por el dinero? ¡De todo! Aun vender su alma inmortal.» El apóstol Pablo, en una carta a su discípulo Timoteo, le dice: «Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Timoteo 6:10). Es interesante notar cómo el apóstol describe el peligro del dinero: el amarlo «es la raíz de toda clase de males». ¿Qué es el amor al dinero? Es la pasión obsesionante y enfermiza de querer más y más, de nunca tener lo suficiente. A algunos la obsesión los hace ahorrar y ahorrar sin saber ni para qué. A otros la obsesión los hace gastar y gastar, y de lo que obtienen nunca hay fin. El dinero que en forma desmedida obtenemos, y todo lo que conseguimos que va más allá de nuestras necesidades, nunca bastarán para satisfacer nuestra avaricia. Si sólo anhelamos lo material, viviremos ansiosos toda la vida. De los labios de Roger Bacon, monje inglés de la edad media, salieron las siguientes palabras, que son oro: «El dinero es como el estiércol. Amontonado, apesta, pero desparramado por el mundo, fertiliza.» Sólo cuando Jesucristo es nuestro Señor podemos ser libres de la pasión por el dinero y del peso mortal de la avaricia. Porque Cristo nos da el equilibrio necesario para saber usar el dinero, sin dejarnos dominar por él. Hermano Pablo Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net

    4 min
  6. 6 DAYS AGO

    «Lo quiero sólo como amigo y como el padre de mis hijos»

    En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Desde hace muchos años no amo a mi esposo.... Para él, yo sólo fui importante durante los primeros años de matrimonio. Pero a pesar de que sentía que él no me amaba, siempre hice lo posible por salvar mi matrimonio, por él y por mis hijos; pero ya no puedo más.... »El compromiso de mi esposo era sólo el sustento alimenticio. Todo lo demás lo tenía que solucionar yo... todo el tiempo peleando.... »Ahora él me ha pedido perdón y ha reconocido su error.... Ha tratado de cambiar, pero yo no siento nada de afecto conyugal por él. Lo quiero sólo como amigo y como el padre de mis hijos. He sufrido por muchos años esta situación que me mantiene triste y acongojada. ¿Qué me aconseja usted?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Usted ha hecho lo correcto al seguir sus instintos para tratar de salvar su matrimonio, y en definitiva eso es lo mejor para sus hijos. Nosotros creemos que hay que considerar a los hijos como lo más importante cuando se afrontan dificultades matrimoniales. Usted y su esposo decidieron darles a sus hijos la vida, y ahora no hay nada más importante que el bienestar de ellos.   »Sin embargo, nos imaginamos que esté pensando: “¿Y qué de mí? ¿Qué de lo que estoy sintiendo yo? ¿Y qué del trato que he recibido durante tantos años?” Usted dice que ya no puede más, y está esperando que le demos la razón. »Le aconsejamos que consulte con su profesional de la salud acerca de los deseos que tiene de darse por vencida. Sólo una persona entendida en la materia puede examinar su salud física y emocional para saber si hay algo que ha causado que quiera rendirse. Esos años de descuido pudieron haber causado cambios en su cerebro que necesitan tratamiento. »Esta no es una cuestión de todo o nada. No estamos pidiéndole que se sobreponga al sufrimiento en tres breves pasos. Dígale más bien a su esposo que agradece que le haya pedido perdón, pero que va a pasar algún tiempo antes de que esté lista para perdonarlo. Se necesitaron años para llegar a esta situación, y quizás se necesiten años para salir de ella. ¡Pero vale la pena! »Mientras tanto, consienta en que vivan juntos como amigos, cuidando a los hijos, pero durmiendo aparte hasta que usted vuelva a sentir el afecto conyugal por él. Si el deseo que él tiene de cambiar es sincero, entonces usted lo constatará mediante las acciones y no sólo por las palabras que él diga. »Por último, hay dos razones por las que tarde o temprano necesitará perdonar a su esposo: Dios no nos perdonará nuestros pecados si nosotros no perdonamos a otros, y el negarnos a perdonar nos roba el gozo cada día y siembra peligrosas semillas en nuestro corazón.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 817. Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net

    4 min
  7. 20 NOV

    Una regla realmente revolucionaria

    (Día de la Revolución Mexicana) «Dejamos el cuartel general en Acapulco, y nos adentramos más a donde estaba la nidada de los zapatistas. Como los soldados tuvieron que combatir entre Agua del Perro y Tierra Colorada, nos mandaron adelante a las mujeres. Cuatro mujeres casadas iban conmigo. Nos vieron los zapatistas caminando y nos salieron al encuentro: »—¿Qué tanta gente viene por allí? »—Pues muy poca... »—Entonces vénganse para que no les toque a ustedes la balacera. »—Bueno, pues vámonos. »Nos fuimos con ellos y nos entregaron con el general Zapata.... Y entonces dice: »—Bueno, pues aquí van a andar con nosotros mientras llegue el destacamento de su gente de ustedes. »—Pues bueno. »Nos quedamos con él de avanzada como quince días en su campamento que estaba re bien escondido. »... Cuando el general Zapata supo que toda la corporación estaba ya en Chilpancingo, nos dijo: »—Vénganse conmigo para irlas a entregar una por una.     Se quitó la ropa de general, se puso unos calzones blancos de indio, un gabán y un sombrero, y allá vamos. Iba desarmado. »... Se paró en la esquina del cuartel, y entonces me dice: —Aquí me esperan. »Llegó hasta la puerta del cuartel, y le pegaron el: «¿Quién vive?», y él contestó: »—México. »Luego les dijo: »—Vengo a buscar al señor Felipe Palancares. »No preguntó por los maridos de las mujeres. Sólo por mi papá para que no fueran a pensar mal. Salió mi papá y le dice el general: »—... Usted tiene una hija que se llama así... »—Sí. »—Pues aquí se la vengo a entregar. A usted le remito una hija, y le remito a estas mujeres que fueron avanzadas entre Agua del Perro y Tierra Colorada. »—Y entonces le dice mi papá: »—¿Quién es usted? »—Yo soy el general Zapata. —¿Usted es Emiliano Zapata? »—Yo soy. »—... Pues se me hace raro que usted sea el general porque viene usted solo. »—Sí. Vengo solo escoltando a las mujeres que voy a entregarle. Sus mujeres fueron avanzadas, pero no se les ha tocado para nada. Se las entregamos tal y como fueron avanzadas. Usted se hace cargo de las cuatro casadas, porque me dijeron que venían cuidando a su hija. Ahora, como a usted se las entrego, usted hágase cargo de que no vayan a sufrir con sus maridos. »Entonces dice mi papá: »—Sí, está bien. »... Y entonces el general se dio la media vuelta y se fue.»1 ¡Qué interesante y revelador vistazo del general Emiliano Zapata el que aquí nos presenta Josefina Bórquez, alias Jesusa Palancares, protagonista principal de la obra Hasta no verte, Jesús mío! En esta galardonada novela histórica, la autora mexicana Elena Poniatowska, la portavoz voluntaria de aquella soldadera de la revolución, hábilmente adapta al diálogo la transcripción de su entrevista personal con ella, a fin de que no se pierda nada importante ni se le añada algo innecesario a lo que realmente sucedió.2 Lo que no debemos perder de vista en este relato es que, con relación al trato que merece la mujer, el general Zapata, sin duda consciente de la verdad que encierra el refrán que dice: «La vergüenza y la honra, la mujer que la pierde nunca la cobra», llevó a la práctica la regla de oro y nos dejó ejemplo de eso como parte de su legado. Esa regla revolucionaria, que nos legó a todos en principio nuestro Señor Jesucristo en el Sermón del Monte, dice: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.»3 Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Elena Poniatowska, Hasta no verte, Jesús mío (Barcelona: Plaza & Janés Editores), pp. 97-100. 2 Esto lo constata Elena Poniatowska en Las soldaderas (México, D.F.: Ediciones Era, 1999), pp. 12–13.

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