Meditaciones diarias Jose Brage

Meditación en el lunes de la IX semana del Tiempo Ordinario. Jesús cuenta la parábola de los viñadores homicidas a los sacerdotes, fariseos y ancianos. Ellos se dan cuenta de que se refería a ellos, y entienden la parábola. Pero no reaccionan con humildad, sino que se llenan de rabia. Nosotros hemos de pedir la humildad para aceptar con agradecimiento las correcciones de quienes nos quieren.

Meditación en la Solemnidad del Corpus Christi. La Eucaristía como Presencia y Comunión. Tratar con más fe, amor, constancia y delicadeza al Señor, presente en nuestros sagrarios.

Meditación en el sábado de la VIII semana del Tiempo Ordinario (año impar). Al hilo de la primera lectura, que nos habla de la sabiduría, contemplamos el grandísimo amor de Dios por nosotros, y nuestro deseo de amarle por encima de todas las cosas, también en las dificultades.

Meditación en el último día de mayo, el mes de la Virgen, en que celebramos la fiesta de la Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel. Es maravillosa la delicadeza de María para responder a esa insinuación del ángel, que le habla del embarazo de Isabel. La Virgen la coge al vuelo y sale corriendo a servir a Isabel. ¡Y qué eficacia maravillosa tuvo ese gesto! Así nosotros.

Meditación en el jueves de la VIII semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta al ciego Bartimeo, que clama al Señor: «Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi». También nosotros anhelamos la ayuda de Jesús para introducirnos en la Corriente de Amor que es la Santísima Trinidad, origen y fin de nuestra vida.

Meditación en el miércoles de la VIII semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio recoge el episodio en el que Juan y Santiago le piden al Señor sentarse a su derecha y a su izquierda en su Reino. El Señor les dice que eso supone beber su cáliz, el cáliz de su Pasión y Muerte, de la que ha hablado unos instantes antes, y les pregunta: ¿Podéis hacerlo? Los dos jóvenes apóstoles responden: "podemos", "possumus!" en latín. También nosotros hemos de ser audaces y magnánimos, confiando en la gracia de Dios.