Exhumadores de historias Podimo Latino

El texano Clyde Snow llega a la Argentina en 1984 para asesorar en la recuperación e identificación de restos de desaparecidos. Es pionero en una nueva disciplina, la antropología forense, que examina restos óseos N.N. para encontrar la identidad y dictaminar, en la medida de lo posible, la causa de muerte. Snow es convocado por el padre de una familia asesinada por la dictadura argentina en San Isidro en 1976: una pareja joven y sus tres hijos pequeños. El hombre llama la atención de Snow preguntándole durante una conferencia si los huesos de un bebé de cinco meses pueden desintegrarse, desaparecer. Ocurre que acaban de exhumar los restos, y sólo se encontraron los huesos de cuatro cuerpos: falta la hija menor, aunque hay ropa de bebé y hasta un chupete. Snow consigue reconstruir cuatro esqueletos, que se corresponden con la pareja y los dos hermanos mayores. Snow sabe que es imposible que se hayan desintegrado: la pregunta es, ¿dónde está esa bebé, el quinto integrante de esa familia aniquilada?

Animado por los pedidos de ayuda de algunos jueces argentinos, Snow trata de formar un grupo de antropólogos y médicos forenses para enseñarles su método, basado en la excavación arqueológica.
Pronto se va haciendo evidente que los forenses, habituados a trabajar con la policía o directamente para ésta, tienen pocas ganas de participar en una investigación que podría incriminarla.
Snow debe resignarse a intentar con un puñado de estudiantes de medicina forense y antropología. Lo ayuda a reunirlos Morris, un joven estudiante de medicina hijo de inmigrantes británicos, que viene haciéndole de traductor en Argentina. Entre ellos están los que serán fundadores del Equipo Argentino de Antropología Forense.

En el verano de 1985, Snow vuelve a Buenos Aires para dar un seminario sobre antropología forense. Allí se reencuentra con Morris y el resto de su joven equipo. Snow recibe una nueva invitación judicial, para realizar una nueva exhumación en el balneario de Mar del Plata. Se trata de tres tumbas N.N. en el Cementerio Parque, en las afueras de la ciudad, registradas a comienzos de la dictadura. Las fechas se condicen con la desaparición de una pareja de jóvenes que vivía en una pensión. La madre de la chica, una estudiante de Derecho de La Plata, cree que su hija puede ser uno de los allí enterrados. Sin embargo, los familiares del novio se niegan al procedimiento. Por lo tanto, se cavará sólo en dos de las tumbas.
Los detalles son escabrosos: el cráneo tiene agujeros de bala y en su interior se encontraron varias postas de Itaka. El examen de un hueso de la pelvis permite a Snow deducir que la chica, que al momento de ser secuestrada estaba embarazada, dio a luz a su bebé, confirmando un testimonio que aseguraba que Liliana había dado a luz en la ESMA.
Con estos datos, Snow testificará meses después en el Juicio a las Juntas, en una presentación con diapositivas que dejará alelado al auditorio.

Sin Snow, que está en EE UU, los estudiantes son convocados por un juez para la exhumación de unos 30 cuerpos que fueron dinamitados en un descampado en 1977.
Las personas asesinadas en Fátima estaban detenidas ilegalmente en el cuartel central de la Policía Federal, donde habían sido narcotizadas para llevarlas a Fátima y ultimarlas.
En este episodio se cuenta una de las historias más negras de la represión, así como los vericuetos judiciales que puede tener el expediente de una exhumación, y el debate interno entre los miembros del grupo.

A fines de 1987, los crímenes del clan Puccio son tapa de todos los diarios argentinos. Una familia del elegante barrio de San Isidro, que secuestraba y mataba a empresarios, por los que cobraba suculentos rescates. Ya caída la banda, uno de sus miembros confiesa el paradero del empresario Eduardo Aulet, una de las víctimas, a la que dice haber enterrado en un descampado. Los periodistas siguen el periplo judicial paso a paso, entorpeciendo la investigación y difundiéndola en tiempo real.
Morris ve en televisión todo esto y se comunica con gente del juzgado interviniente, para evitar que terminen destruyendo las pruebas que quieren encontrar; ningún policía ni bombero en el país conoce los métodos de la antropología forense, y están encarando brutalmente la tarea de excavar. El equipo consigue ser nombrado perito en el caso -para entonces se han constituido como asociación civil sin fines de lucro- y se dirige al lugar de los hechos, siendo acosados por los periodistas, que filman todos sus movimientos.

A partir de la sanción de las leyes de punto final y obediencia debida, la investigación de los crímenes de la dictadura se ve limitada, cuando no directamente interrumpida. La Justicia no acepta nuevas denuncias, por lo que el Equipo sólo puede avanzar en casos ya presentados. Esto abre una nueva época para el Equipo.