Marcos Kaner, por las Rutas del Moconá

Qué Conoces de Misiones, tu provincia. Podcast

Entre los muchos atractivos turísticos que ofrece Misiones, sin duda se destacan, en primer término las cataratas del Iguazú, las ruinas de los pueblos jesuíticos y ese maravilloso fenómeno natural que forma el río Uruguay y que son los Saltos del Moconá.

Pero, así como las cataratas eran conocidas y frecuentadas  al menos desde comienzos del siglo XX, al igual que las ruinas de San Ignacio, los Saltos del Moconá, si bien conocidos, permanecieron ajenos al turismo hasta que los caminos para llegar a ellos se hicieran transitables, y de eso no hace tanto tiempo. Además, como siempre ocurre,  cada lugar tiene sus precursores. Alguien que ha dejado testimonio mucho antes de que pudiera llegarse con facilidad hasta allí y por eso vamos a referirnos a una excursión que hace Marcos Kaner al Moconá hacia fines de los años 50, del pasado siglo, cuando un amigo le propone que lo acompañe en calidad de experto.

Pero antes digamos dos palabras sobre quién fue Marcos Kaner. Oriundo de la provincia de Buenos Aires pero crido en Entre Ríos, llega a Misiones en 1926 para llevar a cabo aquí una intensa actividad como dirigente gremial, periodista y fundador de varios sindicatos. Radicado en Oberá comparte los veranos con Horacio Quiroga en su casa de San Ignacio y se convierte en un profundo conocedor de la provincia, su gente, y los problemas laborales de los trabajadores.

Pero ahora lo tenemos recorriendo el Moconá y nos relata:

“Allá vamos entre los pedregales, frente a la cortina de espuma que se descuelga a lo largo del flanco argentino. Resulta difícil explicar el remoto cataclismo que dio lugar a este capricho de la naturaleza.”

“Sentado en una piedra, contemplo extasiado esa maravilla que satura los sentidos. El lenguaje hablado o escrito es pobre para describir un cuadro tan impresionante…”

“En nuestro país el Iguazú suena a cosa lejana; en cuanto al Moconá, ni siquiera figura en los mapas…” Bordeamos unos canalones que penetran varios metros entre los pedregales. Allí es donde los indígenas realizan su pesca. De pie, semejando una esfinge, con el arco o la fija preparados para el tiro ágil. Cuando en los canalones penetran los dorados persiguiendo su presa, la esfinge se transforma y un tiro certero de flecha o de fija, deja al pez boqueando entre las piedras…”

Hay muchas cosas curiosas aquí para despertar el interés de los hombres de ciencia y de los amantes de las bellezas naturales. Cuando el Moconá se convierta en un centro turístico nos deparará muchas sorpresas muy gratas para los argentinos.”

“Mis compañero me indican por señas que hay que avanzar hasta el último salto, el más soberbio y prodigioso: ¡El Moconá! Allí solamente me embargó un anhelo: que todos los argentinos conozcan lo que atesora el país donde nacieron y habitan hombres de muchas razas que llegaron a sus playas en busca de un porvenir que les fuera incierto en sus tierras de origen.”

Estas son algunas de las anotaciones registradas por Marcos Kaner en ese deslumbrante viaje al Moconá cuando no era aún un lugar accesible para los viajeros.

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