Historias de un inmigrante. Capítulo 14: El permiso de trabajo.
Historias de un inmigrante. Capítulo 14. El permiso de trabajo. En Venezuela me fui preparando con antelación en algunos oficios, si bien me había graduado como informático, fue una carrera que nunca había ejercido, siempre ha sido una formación académica con gran futuro y demanda que por cosas del destino no llegaba a ser mi sustento diario. Trabajar y desarrollarme durante 7 años como ejecutivo de negocios en diversas compañías de seguro estuvo bien, pero sentía que debía aprender algo más. Mi madre siempre me decía “Hijo, a parte de la carrera, aprenda a hacer algo con las manos”, sabiamente entonces le hice caso y realicé un curso de cocina. Un curso que me tomó bastante sacrificio realizar debido al coste de los materiales e insumos que teníamos que afrontar como alumnos en cada clase. A veces se me quedaba algún ingrediente y el profesor de cocina, empleando su jerarquía, me mandaba a comprarlo de inmediato ya que era vital para la realización de la receta. Como podía siempre se solucionaba y todo salía bien. Aprendimos muchas cosas de cocina, técnicas culinarias, creación de sabores, pero lo más importante fue la disciplina, el orden y la limpieza en cada clase. Una receta puede hacerse con un libro, pero la limpieza se debe crear como un hábito. Para ese entonces, y antes de viajar a Chile, podría decirse que era un informático con conocimientos en Seguros y además, cocinero. Una vez llegado a este hermoso país tenía que trabajar de manera legal, para que una empresa te contrate debías cumplir con un requisito llamado “Permiso Laboral” el cual se obtenía de distintas formas. En mi caso lo pude obtener validando el título de mi carrera profesional y una oferta de empleo, luego, una vez introducido los papeles debía esperar mínimo 45 días para su aprobación. Pasado el tiempo, y con gran exactitud, mi permiso fue otorgado, y con ello ya podría ser contratado en alguna empresa para trabajar de manera formal. Para aquel entonces, estamos hablando del año 2016, había oportunidades de empleo por doquier. Estrené mi permiso de trabajo en Subway, una franquicia dedicada a la venta de sándwiches tipo gourmet. Nada que ver con mi carrera, pero relativamente cercano a lo que había aprendido estudiando cocina. Una vez dentro, hice buenas amistades en el camino, percibía la nostalgia de aquellos compañeros Venezolanos que estaban en lejos de su familia, aprendí cómo funciona el negocio y pude disfrutar de cada comida como si fuera la última, aprendí a dar gracias por tener la oportunidad de comer algo rico todos los días. Tal vez, un sándwich para cualquiera puede ser algo cotidiano, pero para mí, que en aquel entonces prácticamente no comía bien, ausente de platos más elaborados, resulto ser una especie de caviar en mi paladar. Sin embargo, el conformismo no debía prevalecer, había llegado a este país para triunfar, tenía que cumplir un propósito y debía seguir escalando…