Manifiesto INUSUAL: Tu liderazgo puede cambiarlo todo
Tu liderazgo puede cambiarlo todo A veces, me preguntan qué es eso de “ser inusual”. Y siempre contesto lo mismo: es ser quien, en mitad de la tormenta, se pone a bailar para buscar el arcoíris. No es negar la lluvia, es tener la audacia de buscarle un propósito. Puede que no sea convencional, pero sí es efectivo. Te invito a descubrirlo en estos diez puntos que, más que reglas, son historias de vida. 1. Liderar es encender ilusiones, no solo contar cifras. Recuerdo a un jefe indirecto que tuve hace muchos años, tan pendiente del presupuesto que jamás vio la mirada cansada de su equipo. Un día, un compañero le mostró un informe perfecto… y la respuesta fue un escueto “Vale”. Ni un “gracias”, ni un “buen trabajo”. Ese “Vale” heló la sala. Nos hizo sentir tan invisibles que la ilusión se apagó de golpe. Desde entonces, me propuse que si alguna vez lideraba un equipo, contaría ideas antes que números. Porque las personas brillan cuando las escuchas, y así las cifras se llenan de vida. 2. Gestionar mantiene; liderar transforma. Una noche, la web de un cliente cayó y todos entramos en pánico. El responsable de la cuenta se dedicó a tachar tareas y a regañar a quien no respondía a tiempo. Yo, por mi parte, llamé a un par de compañeros para buscar soluciones fuera de la caja. Tardamos lo mismo, pero mientras el jefe consiguió apagar el fuego, nosotros nos dimos el gustazo de imaginar mejoras para que no volviera a suceder. Esa fue la semilla de algo más grande: pasamos de un mero “arreglamos el fallo” a “creamos un sistema que evita que se repita”. Así se pasa de la gestión a la transformación: un salto de fe y creatividad que marcó un antes y un después en nuestro equipo. 3. Todo cambio empieza por dentro. ¿Sabes cuándo entendí este punto? El día que mi calendario reventaba de reuniones y aún así me sentía vacío. Quise culpar al entorno, a la falta de recursos, a los tiempos. Pero por mucho que cambiara desde la superficie, todo seguía igual porque yo seguía igual. Me di cuenta de que para ver cambios fuera, antes tenía que romper barreras en mi cabeza. ¿El resultado? Empecé a cuestionar por qué hacía las cosas como las hacía, y ese fue el principio de mi reinvención… y de la de mi equipo. 4. Nadie crece solo. Un día en una reunión cualquiera, alguien propuso una idea descabellada. El resto calló por miedo a hacer el ridículo. Pero un compañero alzó la mano y dijo: “Yo lo veo”. En ese momento, otros se animaron a aportar. Lo que empezó como una chorrada terminó siendo nuestro proyecto más rentable del año. En el Club INUSUAL vivimos de estas conexiones mágicas que nacen cuando un “alguien” decide escuchar a otra persona y le dice: “Sigue, que yo te apoyo”. 5. Liderar es liberar. Un día, tuve la tentación de echar una bronca a alguien por un error. Pero antes de explotar, miré a ese colaborador a los ojos y le pregunté: “¿Qué ha pasado?”. Me contó algo mucho más profundo que un simple despiste. Llevaba semanas arriesgando el cuello para proponer mejoras y, por probar mil cosas a la vez, falló en un detalle. Aquel fallo nos enseñó el doble que cualquier manual de instrucciones. Y allí entendí que, si aprietas demasiado, asfixias. Cuando sueltas un poco, el talento se multiplica. La gente confía cuando tú confías. Controlar sólo sirve para limitarse. 6. La comodidad es un ancla. Recuerdo bien un cliente en un taller de ideación al que le sudaban las manos solo de pensar en cambiar un proceso que, según él, “así siempre había funcionado”. Las ventas caían, pero su frase favorita era “Más vale malo conocido…”. Hasta que un día la empresa se quedó obsoleta y nadie entendía por qué. La clave fue esa pereza mental de no querer salir de la zona segura. En el Club INUSUAL, salir de la zona de confort es nuestro deporte favorito, aunque a veces tiemblen las piernas. 7. Cambiar o ser cambiados. Hace años, descubrí que un competidor nos estaba comiendo la tostada con una idea que habríamos podido lanzar nosotros. ¿El motivo? Estábamos esperando “el momento perfecto”. Y mientras esperábamos, ellos actuaron. Perder esa oportunidad me dolió, pero fue la mayor lección sobre la velocidad y el coraje. El mundo no te espera. O avanzas o te quedas contemplando cómo otros lo hacen. 8. Para avanzar, hay que escuchar. Un buen jefe me enseñó una vez algo tan sencillo como poderoso: “Habla menos, pregunta más”. Cuando estás tan seguro de tu verdad que ni siquiera indagas en las de los demás, te pierdes medio universo de soluciones. Preguntar abre puertas, escuchar te da la llave para cruzarlas. Y lo mejor de todo: cuando tu equipo se siente escuchado, se mueve con un fuego interior que no hay KPI que iguale. 9. Aporta o aparta. Conocí a un proveedor que siempre tenía una excusa a mano cuando algo no salía bien. Ni apoyaba, ni se apartaba. Era como un fantasma de quejas y reproches. Hasta que le dije: “¿A parte de excusas tienes alguna propuesta?”. Me miró raro, pero comprendió que nadie sobra si viene a aportar, y nadie puede aportar si tiene la cabeza llena de quejas. Prefiero mil veces antes a un equipo de ‘quiero-intento-fallo-aprendo’ que uno de gente ausente, autocomplaciente y con una excusa para cada problema. 10. Ser inusual es vital. Hay quien dice que lo normal es encajar, de hecho, nos educan para ello. Yo prefiero pensar que lo normal aburre y reduce. Creo que esto va de nuestra actitud vital. Si de verdad queremos mover el mundo, tenemos que ser inusuales. Atrevámonos a romper esquemas, a retar nuestros límites y a pensar en grande. Cuando lo hacemos, no solo abrimos nuevos caminos: sino que inspiramos a quienes, en silencio, sueñan también con atreverse. Y es que nuestro liderazgo puede cambiarlo todo. Esto no es un manifiesto, es nuestro reto. No venimos a prometerte el éxito con una fórmula mágica. Queremos que sientas cada uno de estos puntos como gasolina para tu propio motor. Queremos que el liderazgo te salga de las tripas, que te remueva, que te haga pensar y repensar cómo haces las cosas. Pero sobretodo que te ayude a pasar de la intención al impacto. Bienvenido al Club INUSUAL.