️ ▷ El caso de Becky Watts (Bristol 2015)
Hoy en Laberinto Criminal os traemos un caso reciente que sacudió a la tranquila ciudad de Bristol en 2015, en el sur de Inglaterra. Es febrero de ese año, una semana de vacaciones escolares de medio trimestre. Becky Watts, una joven de 16 años, sale de su casa a plena luz del día, sin avisar a nadie a dónde se dirige. Lo que parecía una salida rutinaria se convierte en un misterio cuando Becky no regresa ni da señales de vida. Becky era una chica que había enfrentado desafíos personales. Había luchado contra problemas alimentarios, posiblemente derivados del acoso que sufrió en la escuela, pero estaba en proceso de recuperación y parecía estar en un buen momento. Su repentina desaparición dejó a su familia y amigos sumidos en la incertidumbre y el miedo. Hoy os contamos la desgarradora historia de Becky Watts. Es jueves 19 de febrero de 2015 cuando Becky desaparece de su hogar en Bristol. Su familia, inicialmente despreocupada, asumió que había pasado la noche en casa de una amiga. Sin embargo, al día siguiente, la inquietud comenzó a crecer: Becky no había regresado y nadie parecía saber nada de su paradero. Becky vivía con su padre Darren Galsworthy y su madrastra Angie desde que tenía tres años. Su vida no había sido fácil. Era una joven menuda, reservada en público, pero con una personalidad alegre y divertida cuando estaba con sus amigas. A pesar de parecer una adolescente común, Becky cargaba con inseguridades profundas. Había luchado contra la anorexia desde los 12 años, y aunque estaba en proceso de recuperación, todavía temía ser rechazada o incluso secuestrada. La historia de Becky y su familia comenzó mucho antes de su desaparición. Darren conoció a Angie durante su época de estudiantes, y aunque entre ellos surgió un flechazo, la relación no prosperó porque ella estaba comprometida con otra persona. Darren continuó con su vida, y más tarde se casó con Tania, con quien tuvo un hijo, Dani. Sin embargo, el matrimonio fue tormentoso. Las discusiones eran constantes y en más de una ocasión, Tania echó a Darren de casa en medio de sus enfados. Finalmente, Darren decidió no regresar, y la pareja se separó. Tras la separación, Darren cuidaba de Dani los fines de semana, mientras mantenía una relación tensa con Tania. Meses después, Tania le informó de que estaba embarazada nuevamente. Darren dudó de que el bebé fuera suyo, pero cuando Becky nació, fue al hospital con Dani para conocerla. En cuanto la vio, sintió un amor inmediato por la niña, aunque las circunstancias no le permitían estar con ella tanto como quería. Darren comenzó a llevar a Dani con él los fines de semana, pero Tania le impuso un ultimátum: o se llevaba a los dos niños o no podía llevarse a ninguno. Sin recursos para realizar una prueba de paternidad ni pagar más pensión, Darren aceptó, convencido de que Becky no era su hija biológica. A pesar de sus dudas, desarrolló un profundo cariño por Becky y con el tiempo, sus gestos y ojos le confirmaron que ella era, sin duda, su hija. Cuando Becky tenía dos años, Darren se reencontró con Angie, quien también había atravesado un divorcio difícil y tenía un hijo, Nathan, de 13 años. Durante el proceso de separación de su exmarido, Angie dejó a Nathan al cuidado de su abuela para protegerlo del ambiente conflictivo en casa. Nathan, contento con su vida y su colegio, decidió no regresar con su madre, y Angie aceptó su decisión. Un año después, Darren y Angie comenzaron a vivir juntos. Los fines de semana, la casa se llenaba con la presencia de Dani, Becky y Nathan. Aunque parecía que todo iba bien, Darren empezó a notar que Tania descuidaba a los niños. Becky y Dani a menudo estaban mal vestidos y poco aseados. Tras varias discusiones infructuosas con Tania, los servicios sociales intervinieron y le quitaron la custodia de los niños. Darren decidió luchar por la custodia de Becky y Dani, a pesar de las complicaciones legales que implicaba no ser el padre legal de Becky. Después de un proceso largo y difícil, logró que ambos vivieran con él y Angie de forma permanente. A pesar de las tensiones iniciales, Becky desarrolló una relación estrecha con Angie, quien siempre trató de ser un apoyo para ella. Becky creció con inseguridades que se vieron exacerbadas cuando, durante una discusión, Nathan le reveló de manera cruel que Angie no era su madre biológica. Este descubrimiento la afectó profundamente y combinado con el acoso escolar que sufrió en su adolescencia, la llevó a desarrollar anorexia. Su familia trabajó incansablemente para apoyarla en su recuperación, ayudándola a ganar peso y trasladándola a un colegio especializado que le permitiera seguir su ritmo mientras recuperaba su salud. A pesar de los desafíos, Becky estaba mejorando. Su padre y Angie la veían más feliz y confiada. Por eso, su desaparición dejó a la familia sumida en la angustia. Lo que al principio parecía una simple salida que se alargó demasiado pronto se convirtió en un misterio, y luego en una tragedia que conmocionó a toda una comunidad. La desaparición de Becky marcó un antes y un después en la vida de su familia, que nunca dejó de luchar por justicia para su hija. Becky creció siendo una niña insegura, marcada por los complejos y las revelaciones dolorosas. Durante años, pensó que Angie, la esposa de su padre Darren, era su madre biológica. Sin embargo, todo cambió de forma abrupta cuando Nathan, su hermanastro mayor, lo desveló sin tacto alguno durante una discusión. Mientras Nathan y Dani debatían sobre cuál de sus madres «molaba más», Becky intervino, diciendo que ambos compartían la misma madre. Fue entonces cuando Nathan, once años mayor que Becky, le soltó que Angie no era su madre, que su verdadera madre había perdido la custodia. Aquella revelación, realizada sin sensibilidad, dejó a Becky emocionalmente afectada. Con el tiempo, su inseguridad creció, alimentada por el acoso que comenzó a sufrir en la escuela a los 11 años. Sus compañeros se burlaban de su aspecto y su forma de vestir, comentarios que Becky llevó muy dentro. Como consecuencia, comenzó a sentirse gorda e insuficiente. Decidida a cambiar, se obsesionó con las dietas y el ejercicio físico, pero este camino la llevó a desarrollar problemas alimentarios. A los 12 años, fue diagnosticada con anorexia, una enfermedad que alteró la dinámica familiar. Becky se enfrentaba a constantes peleas con sus padres, quienes intentaban que terminara sus comidas, mientras ella luchaba contra sus propios demonios internos. La enfermedad debilitó a Becky hasta el punto de que algunos días no podía siquiera asistir al colegio. Tras el diagnóstico, decidió que quería recuperarse, aunque el proceso fue complicado. Mientras en casa sentía el apoyo y el cariño de su familia, fuera de ella el rechazo y las burlas persistían. Becky y su familia llegaron a un acuerdo: ganar peso de manera gradual para evitar la hospitalización. Como parte de su tratamiento, fue trasladada a un colegio especializado en niños con problemas médicos, donde podía avanzar a su propio ritmo. Poco a poco, Becky comenzó a ganar peso y a recuperar algo de normalidad en su vida. La familia parecía retomar cierta estabilidad, aunque las tensiones seguían presentes. Durante ese tiempo, Dani, el hermano de Becky, decidió irse a vivir con su madre biológica, pero mantenía buena relación con Darren y Angie. Mientras tanto, Nathan, su hermanastro, persistía en su actitud crítica y hiriente hacia Becky, algo que Darren y Angie intentaron frenar en varias ocasiones. A pesar de sus esfuerzos, parecía que Nathan encontraba placer en molestarla y hacerla sentir mal. La situación se complicó más cuando Nathan comenzó una relación con una chica llamada Shauna. Un día, Nathan decidió presentarla en casa, lo que causó una gran inquietud en Darren, quien creía que la joven no tenía más de 14 años. Aunque Nathan aseguraba que Shauna tenía 19, Darren no estaba convencido. Molesto por el comportamiento de Nathan, le exigió que trajera una partida de nacimiento para demostrarlo antes de permitirles cenar juntos en familia. Dos años después, Nathan regresó con la documentación. En ese momento, él tenía 22 años y Shauna, 16 recién cumplidos. Aunque lo que hacían ya no era ilegal, Darren no podía evitar sentirse incómodo. A pesar de esto, Nathan siguió adelante con su relación, y Becky, buscando agradar a la novia de su hermanastro, intentó acercarse a ella. Sin embargo, Shauna siempre la trató con frialdad y desprecio, lo que afectó aún más la autoestima de Becky. En medio de estas tensiones, la familia recibió otro golpe inesperado: Angie fue diagnosticada con esclerosis múltiple. Su enfermedad se manifestó de manera repentina, comenzando con la pérdida total de visión de la noche a la mañana. Aunque recuperó la vista semanas después, pronto perdió la movilidad en las piernas, lo que confirmó el diagnóstico. Esta nueva dificultad añadió más presión a una familia que ya enfrentaba desafíos constantes. Becky a sus 16 años parecía haber encontrado algo de estabilidad en su vida tras un periodo complicado. Sin embargo, hacía pocos meses había enfrentado un episodio que la desestabilizó nuevamente: un chico con quien había intercambiado fotos privadas la amenazó con difundirlas. Aunque finalmente no cumplió su amenaza, Becky volvió a caer en una espiral de inseguridad y problemas alimentarios. Sus amigas, siempre incondicionales, la apoyaron, y poco a poco comenzó a recuperar el ánimo. Empezó una relación con Luke, que parecía ir bien, mientras en casa la salud de Angie, su madrastra, continuaba deteriorándose debido a la esclerosis múltiple. La enfermedad de Angie había llegado a un punto crítico; ya no podía valerse por sí misma y necesitaba ayuda constante. Shauna,