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Esto es Salir del Grupo, un espacio crítico en el que tener conversaciones en profundidad y sin complejos sobre todas aquellas preguntas que nos hacemos en el presente y que determinarán nuestro futuro. ¡Bienvenidos!

Episodes

  1. 08/02/2021

    ¿Es la masculinidad una ficción de Serie B? Con Antonio J. Rodríguez

    ¿Es la masculinidad una ficción de Serie B? Con Antonio J. Rodríguez Eran las primeras horas de la noche de un viernes cualquiera, en la ciudad de Isla Vista, Santa Barbara. Nerviosos, los estudiantes de la Universidad de California salieron de sus fraternidades arreglados y perfumados para las fiestas del Embarcadero del Norte, una zona concurrida de bares, clubes y restaurantes de la bahía. Tonight is going to be a good night, la canción de Black Eyed Peas, pudo haber sonado en alguna emisora de radio de camino al Embarcadero. Seguro que alguno de aquellos estudiantes, al escucharla en el coche, pensó que aquella iba a ser su gran noche. No podían imaginar lo que estaba a punto de suceder. En un apartamento de Saville Road, en el interior de la bahía, Elliot Rodger no tenía ningún plan de viernes. Su WhatsApp estaba vacío. Su cabeza también. Aquella noche Elliot salió al pasillo de su edificio cargado con un cuchillo y varias armas de fuego. Asesinó a tres personas de camino al ascensor. Después condujo hasta la fraternidad Alpha Phi, picó a la puerta, y asesinó a tres mujeres jóvenes. Minutos más tarde, volvió a coger el coche, atropelló a varias personas y disparó a matar a otras tantas. La masacre duró un par de horas. Dejó seis muertos, catorce heridos y un suicidio. Elliot tenía apenas 22 años cuando, a las 21:35 h, remató la fiesta disparándose en la cabeza. Murió siendo virgen. Elliot Rodger era miembro de los Incel. El celibato involuntario, que es de donde proviene el acrónimo Incel, es un movimiento en la red de hombres que se caracterizan por su inhabilidad para tener relaciones sexuales con mujeres. No es que no quieran, es que no pueden. Foros en internet, como ForeverAlone, están repletos de comentarios misóginos, misántropos y de mensajes de extrema violencia cuya diana siempre es la misma. En la cosmogonía Incel, la mujer es el anticristo y Elliot Rodger, claro está, es Cristo; el salvador de su imaginario apocalíptico. Rodger, justo antes de la matanza de Isla Vista, dejó por escrito el que iba a ser el texto fundacional del movimiento: “Voy a encargarme de encerrar a todas las mujeres en campos de concentración. Sueño con una civilización futura donde los hombre puedan liberarse de preocupaciones tan grotescas como el sexo. Ese es mi sueño”. Antonio J. Rodríguez, el invitado de este episodio de Salir del Grupo, cuenta que hay una posible cura para la masculinidad tóxica. Si lo masculino es un constructo del lenguaje, argumenta, la solución consistiría en abrazar una concepción más fluida de nuestra sexualidad. O lo que es lo mismo: abrirnos a las infinitas posibilidades de la gramática. El conflicto, de esta manera, podría ser pacificado. De lo contrario, en el futuro no sería demasiado alocado imaginar una disyuntiva entre dos tipos de internet: uno masculino y otro femenino. La primera guerra civil 2.0. Teniendo en cuenta que los Incel son la punta de lanza de foros como Reddit, 4 Chan o ForoCoches, el feminismo viral, de movimientos como el MeToo, sería entonces la defensa natural y autoinmune de un ciberespacio que podría terminar segregado por género. La pregunta que todos habríamos de hacernos en ese momento, sería: "¿A qué bando pertenezco yo?"  Lectura recomendada: http://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/la-nueva-masculinidad-de-siempre/9788433964380/A_543

    2h 9m
  2. 07/26/2021

    ¿Qué ocurre en las entrañas de un ordenador cuántico? Con José Ignacio Latorre

    A los 23 años, el físico teórico alemán Werner Heisenberg viajó a la isla de Helgoland para recuperarse de una alergia respiratoria. En su equipaje llevaba un par de mudas de ropa, un libro de poemas de Goethe, y varios cuadernos en los que trabajar una serie de problemas matemáticos. Niels Bohr, el mentor del joven Werner, le había encomendado la tarea de resolver algo que parecía profundamente absurdo: las fórmulas matemáticas de Bohr sobre la naturaleza del átomo asumían que los electrones orbitaban alrededor del núcleo sólo en precisas órbitas, a ciertas distancias fijas del núcleo, con ciertas energías y, de golpe, mágicamente, saltaban de una órbita a la otra. Los primeros saltos cuánticos. Era el año 1905, y ese joven enfermo que se dedicaba a memorizar febrilmente poemas de Goethe al atardecer, estaba a punto de descubrir las extrañas fórmulas matriciales que iban a pulverizar por completo nuestros fundamentos sobre la “realidad”. José Ignacio Latorre, el físico español al frente del proyecto Qilimanjaro, que está fabricando el primer ordenador cuántico de nuestro país, se ha pasado la vida intentando comprender y luchar contra una de las interpretaciones de esa fórmula matemática. Si los electrones giran alrededor del núcleo del átomo comportándose de forma incierta en sus saltos cuánticos, ¿qué dice eso de las nociones deterministas que teníamos de nuestra realidad? Desde la revolución de la física clásica de Isaac Newton, nuestra concepción del mundo se asentaba en las leyes de la causa y efecto, lo que significa que todos los eventos están causados por otros anteriores y dicha causalidad es expresable en términos de leyes de la naturaleza. Pierre Simon Laplace incluso llegó a afirmar que si se conoce el estado actual del mundo con total precisión, uno podría llegar a predecir cualquier evento en el futuro. Pero algunas lecturas de la cuántica introducen un elemento diabólicamente inesperado: el azar, lo estocástico. En 1926, el año en el que Adolf Hitler publicaba el Mein Kampf, otra guerra estaba originándose en la psique de la comunidad científica alemana. En una famosa carta, Albert Einstein le escribía a Max Born una frase que iba a pasar a los anales de la historia de las batallas intelectuales: “Estoy absolutamente convencido de que Dios no juega a los dados”. A lo que Niels Bohr, el mentor de Heisenberg, respondió más adelante: “Einstein, deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer”. Hasta la fecha de hoy, los avances de la física cuántica han dado la razón más bien al segundo. Pese a que la computación cuántica se basa en la teoría del azar intrínseco, paradójicamente los nuevos ordenadores cuánticos son los más precisos que se hayan fabricado nunca. También los más rápidos. En cuanto se logre llevar el primer ordenador a su rendimiento máximo, se especula que la computación cuántica será capaz de solucionar algunos cálculos complejos con mayor rapidez que el equivalente de todos los ordenadores actuales trabajando a pleno funcionamiento durante toda la edad del universo. El Quilimanjaro, el ordenador cuántico que José Ignacio Latorre está fabricando en Barcelona, promete esto y mucho más: una auténtica revolución en los campos de la medicina, la tecnología, la política o la economía. Nuestra sociedad, al igual que el electrón que da vueltas alrededor del núcleo del átomo, dará entonces un salto incierto y cuántico hacia otra forma de ver la realidad. Esto es Salir del Grupo, un espacio crítico en el que tener conversaciones en profundidad y sin complejos sobre todas aquellas preguntas que nos hacemos en el presente y que determinarán nuestro futuro.

    1h 33m
  3. 07/09/2021

    ¿Es Twitter un enemigo para la política? Con Ada Colau

    La voz pública de la mujer ha sido históricamente silenciada. En La Odisea de Homero —esto es, 3.000 años atrás—, disponemos de una de las primeras pruebas registradas de ese agravio: al principio de la obra, Penélope, la mujer de Odiseo, suplica a un grupo de cantores que canten una canción más animada y feliz. Su hijo Telémaco, horrorizado, le contesta: “Madre, calla y vuelve a tu dormitorio. El discurso público es menester sólo de los hombres”. La historiadora Mary Beard, en su libro Mujeres y Poder, describe el intercambio entre Telémaco y Penélope como el primer caso en una interminable hemeroteca cultural en la que se ha excluido sistemáticamente la voz de las mujeres. Aristófanes, por ejemplo, fue el autor de una comedia en la que fantaseaba que las mujeres lideraban la política del Estado, pero no sabían hablar en público (ese era el chiste). En La Metamorfosis de Ovidio, Ío, sacerdotisa de la diosa Hera e hija de Ínaco, el primer rey de Argos, es transformada en una ternera por Júpiter para que así no pudiese hablar y sólo emitiera mugidos. Y en un tratado científico muy popular en la época se explicitaba que el tono de voz bajo característico de los hombres indicaba coraje, y que el tono de voz alto, más propio de las mujeres, representaba lo contrario: la cobardía femenina. Para algunos escritores de la antigüedad, el tono y el timbre de la voz de la mujer eran la mayor amenaza para la estabilidad política y la salud de todo el estado. Hoy en día, el nuevo parlamento para la política es Twitter. Si quieres que tu voz sea escuchada y tenga una incidencia en el debate público, irremediablemente vas a tener que dominar esta red social. Los orígenes de Twitter fueron esperanzadores para el fomento de la diversidad y de la democracia: la primavera árabe, el movimiento Occupy Wall Street, el 15M y, más recientemente, Black Lives Matter, o el movimiento Me Too, han sido testigos del poder emancipador de esta tecnología. Pero Twitter también tiene un lado oscuro. Lejos de liberar, también puede oprimir. El discurso del odio, las Fake News y el ciberacoso campan a sus anchas, sin un control férreo de parte de sus diseñadores y responsables directos. Un ambicioso estudio constataba hace un par de años que, de media, una noticia falsa se viralizaba seis veces más rápido que una historia veraz. Si a eso le sumas que el 63,7% de los usuarios en Twitter son hombres, y que la rabia y la indignación son las mejores emociones para la viralización de un contenido, entonces tienes la perfecta tormenta para la opresión femenina. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, decidió abandonar indefinidamente esta red social hace apenas unos meses. Muchos le dijeron que estaba loca. “¿Cómo se atrevía a darle la espalda a más de 900.000 seguidores (una de las comunidades más grandes de cualquier político en España) y prescindir de un altavoz de semejante envergadura?”, le decían. Muy fácilmente, ella les contestó. Lo hacía, precisamente, para recobrar su auténtica voz pública. La cultura del zasca, los discursos del odio y la proliferación de bots y cuentas falsas había transformado esta red social -según ella- en una fosa séptica para la peor de las misoginias. Después de milenios de silenciamiento de las mujeres, una alcaldesa de una ciudad portuaria y mediterránea no iba a permitir que la volvieran a enmudecer.  Esto es Salir del Grupo, un espacio crítico en el que tener conversaciones en profundidad y sin complejos sobre todas aquellas preguntas que nos hacemos en el presente y que determinarán nuestro futuro. Escucha nuestro podcast en tu reproductor favorito: Spotify, Google Podcast, Apple Podcast.

    1h 5m
  4. 06/25/2021

    ¿De qué sirve la educación si no tenemos "futuro"? Con Marina Garcés

    El pasado septiembre, un estudiante de la universidad de Tsinghua en Beijing fue captado en vídeo mientras conducía su bici y trabajaba —a la vez— en la preparación de un examen con su ordenador portátil apoyado en el manillar. El vídeo se hizo viral en las redes sociales chinas y pronto otros estudiantes empezaron a postear vídeos y fotos con escenas similares junto el hashtag #involution. Es decir, ‘involución’ como desarrollo retrógrado, lo contrario a ‘evolución’. El antropólogo norteamericano Clifford Geertz popularizó en 1963 el término en su libro Involución agrícola. Su teoría de la involución consistía en que un incremento en input (mano de obra) no genera un aumento proporcional en output (cultivos e innovación), resultando en una disminución de la riqueza per cápita. Es más, si no le pones topes al cultivo extractivo de la tierra, el terreno deja de evolucionar hasta que, finalmente, muere. El sistema educativo actual se basa precisamente en eso: en la extracción sin límites de las capacidades de los alumnos. Cultivamos sus competencias como si ellos fuesen perros de raza en una competición por un mercado laboral con muy pocas ofertas. Películas como Los Juegos del Hambre son tan populares entre los jóvenes porque nos recuerdan que sólo aquellos que consiguen adaptarse al juego con todo tipo de artimañas ganan en la batalla por la escasez. De todo esto quise hablar con Marina Garcés, una de mis filósofas de cabecera. Marina es escritora, dirige el Máster de Filosofía para los retos contemporáneos en la Universitat Oberta de Catalunya, es impulsora del proyecto colectivo Espai Blanc de pensamiento crítico y experimental, y acaba de publicar el más que necesario libro, Escuela de Aprendices. Lectura recomendada: https://www.traficantes.net/libros/escuela-de-aprendices

    1h 26m
  5. 06/18/2021

    ¿Podemos imaginar un futuro distinto al de Silicon Valley? Con José María Lassalle

    Tras la muerte de Steve Jobs, un monje Zen con el que el joven Steve había meditado durante la década de los 70, recordaba entre chascarrillos una anécdota que define a la perfección la filosofía de Silicon Valley. En aquella época, el que más tarde acabaría convertido en icono para más de una generación de diseñadores industriales, estudiantes de MBA, emprendedores y hipsters con alto poder adquisitivo, andaba experimentando con el LSD y con la espiritualidad orientalista. Un día, sin atisbo de la humildad que debiera caracterizar a un discípulo de la rama Mahayana del budismo, Jobs le dijo a su maestro que había alcanzado el satori, la iluminación. Lo que le había supuesto al Buda Gautama muchos años de ascetismo y sufrimiento, a aquel joven apenas le había costado lo que cuesta un Menú Big Mac comprado en el Macauto: 65 céntimos, el precio de la gasolina para subir al templo de Los Altos. El maestro, atónito ante semejante desfachatez, le contestó que se lo demostrara. Al día siguiente, Steve, volvió al templo y se lo demostró. En el tatami dejó la reluciente placa base del primer ordenador Apple. Que el ‘progresismo’ y el ‘buenrollismo’ de la industria tecnológica son una cortina de humo para vender móviles o para explotarnos cognitivamente con la publicidad de las redes sociales, eso ya lo sabíamos. El escándalo de Cambridge Analytica en el 2018 fue el fin de fiesta. Durante aquel año se pinchó la burbuja psicológica que retrataba el valle californiano como el motor transformador que iba a construir un mundo más transparente e igualitario para todos. Desde entonces, se han producido incontables artículos, documentales y películas denunciando la comedia del emprendedor tecnológico: creer inocentemente que se salva el mundo, cuando en el fondo, se está colonizando a través de algoritmos. Pero pocos conocen los oscuros orígenes de Silicon Valley. El sueño colectivo del Valley como meca de la tecnología disruptiva, y como centro neurálgico de una nueva forma de imperialismo, nace en la mitad sur de la bahía de San Francisco, alrededor del Valle de Santa Clara. Una geografía que ya vio pasar a los primeros buscadores del oro, aquellos hombres que ejemplificaron mejor que nadie el modelo económico extractivista que tanto crecimiento iba a traer, a la par que tanta destrucción medioambiental. El nombre del puente Golden Gate, no en balde, significa lo evidente: la puerta al codiciado metal de la región. Un metal alquímico que, un siglo y medio después, iba a encontrar su equivalente moderno en algo aún más mágico si cabe: nuestros datos personales. De todo esto, y muchos otros temas, quise hablar con José María Lassalle. Lassalle es uno de los intelectuales más lúcidos y elocuentes a la hora de analizar los retos tecnológicos y sus ramificaciones con el criptofascismo y las mutaciones filosóficas que están naciendo de este nuevo paradigma. Escritor, pensador y profesor universitario, fue secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital del gobierno de España. Con él charlamos de la génesis californiana de algunos de los principales problemas de nuestro tiempo. Esto es Salir del Grupo, un espacio crítico en el que tener conversaciones en profundidad y sin complejos sobre todas aquellas preguntas que nos hacemos en el presente y que determinarán nuestro futuro. Lectura recomendada: https://arpaeditores.com/products/el-liberalismo-herido?_pos=1&_sid=978cc6586&_ss=r

    1h 37m
  6. 05/17/2021

    ¿Estamos dispuestos a dejar de comer carne para salvar el mundo? Con Marta Segarra

    De los ‘maravillosos 60's’ nos vendieron el amor libre, los hippies y la llegada del hombre a la Luna, pero lo que nadie nos contó es que durante aquella ‘década prodigiosa’ aconteció una revolución silenciosa, invisible, que iba a afectar de manera radical —y no para bien— a nuestras vidas: el nacimiento de la crianza intensiva de animales para la industria cárnica. La ganadería diseñada alrededor de dos únicos principios: maximizar la producción, mientras se minimizan los costos. Durante demasiado tiempo hemos preferido vivir de espaldas a las prácticas que se cometen a diario en las naves y mataderos de esas fábricas intensivas de carne. Y lo cierto es que matamos mucho. Y ese matar, contamina mucho también. Las cifras son demoledoras: matamos anualmente más de 70 mil millones de animales terrestres y el 18% de los gases de efecto invernadero provienen de la agricultura animal. Si añadimos la producción de subproductos animales para la industria textil o cosmética, el porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero sube al 51%. Y toda esta muerte, al final del día, para sobrealimentarnos con un tipo de proteína que inflama el organismo y aumenta nuestro riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Siendo conscientes de estos datos, ¿por qué no dejamos de consumir productos de origen animal? Para responder a esta y otras preguntas quise hablar con Marta Segarra, directora de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia. En este podcast exploramos, de su mano, los porqués de esta adicción a la que llamamos carne. Esto es Salir del Grupo, un espacio crítico en el que tener conversaciones en profundidad y sin complejos sobre todas aquellas preguntas que nos hacemos en el presente y que determinarán nuestro futuro. ¡Bienvenidos! Isaac Marcet - Director/Editor PlayGround

    1h 32m

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