unaVidaReformada

samuel hernández clemente
unaVidaReformada

mirando la vida desde la perspectiva de Dios

  1. Contempla al REY; nadie como Él

    ١٨‏/٠٦‏/١٤٤٦ هـ

    Contempla al REY; nadie como Él

    El gesto de postrarse y adorar al niño Jesús por parte de los magos no es solo una escena histórica, sino una llamada profunda a todos los creyentes. Al ver la entrega total de los magos, estamos llamados a hacer lo mismo: entregarnos sin reservas a Cristo. El Rey que nació en Belén, que bajó del cielo para redimirnos, merece nuestra fe activa, nuestro conocimiento personal, y nuestra adoración genuina. La verdadera entrega a Cristo no es una cuestión de palabras o de intenciones superficiales. Es un acto de total rendición, en el que nuestras vidas son ofrecidas como sacrificios vivos, santificados y agradables a Dios (Romanos 12:1). Como los magos, que le dieron al Niño regalos de oro, incienso y mirra, nuestra entrega debe ser costosa, sacrificial, y llena de amor hacia el Salvador. El llamado de los magos es un eco a través de los siglos para toda la cristiandad: entregarnos, postrarnos, adorar y seguir a Cristo con un corazón sincero y comprometido. Cristo es el Rey que vino para redimirnos, y ante Él, la única respuesta verdadera es la de una vida entregada por completo en adoración. Que este llamado nos inspire a vivir con una fe activa, un conocimiento personal del Salvador y una adoración genuina, rendidos ante el Rey que vino a redimirnos. Que nuestra vida sea una ofrenda de adoración continua, a la altura de lo que Él merece. "Venid, adoremos al Señor" (Salmo 95:6).

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  2. Nuestra historia está en buenas manos

    ١٢‏/٠٦‏/١٤٤٦ هـ

    Nuestra historia está en buenas manos

    El relato de la Navidad es un recordatorio de que Dios no solo gobierna la historia, sino que entrelaza cada detalle con soberana precisión para cumplir su propósito eterno. El embarazo de Elisabet, la gestación de Juan el Bautista, el censo de César Augusto, la estrella que guió a los magos, el parto de María en Belén y hasta las vidas de Simeón y Ana: nada de esto fue una casualidad, sino la obra providencial de un Dios que escribe la historia con perfección infinita. Mientras el mundo habla de "alineaciones cósmicas" o "coincidencias asombrosas", los cristianos afirmamos con confianza: "Dios tiene el control de la historia." El primer Adviento trastornó los planes de todos sus protagonistas: José enfrentó un embarazo que no esperaba, María aceptó con fe un llamado que jamás planeó, los pastores dejaron sus campos para ver al Mesías, y los magos recorrieron largas distancias sin saber adónde llegarían. Incluso Herodes, con todos sus planes de grandeza, se encontró frente al Rey verdadero que trastornaría sus aspiraciones. Este "nacimiento no planificado" desde una perspectiva humana era, en realidad, el eje central de la agenda divina: el nacimiento de este Niño en un pesebre cambiaría todas las demás historias. En temporada de Adviento, recordemos que nuestras vidas también están en las manos del Soberano. Dios puede trastornar nuestras agendas, desbaratar nuestros planes y cambiar nuestras expectativas, pero lo hace con un propósito mayor que nosotros mismos: su gloria y nuestra redención. ¿Cómo responderemos? Con humildad y asombro, con reverencia y gozo, confiando en que nuestro Dios soberano está cumpliendo su agenda divina y que nuestra historia está en las buenas manos del Salvador.

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  3. Señora IGLESIA; siga ADELANTE

    ٢٧‏/٠٥‏/١٤٤٦ هـ

    Señora IGLESIA; siga ADELANTE

    SEÑORA IGLESIA; SIGA ADELANTE La iglesia, como el cuerpo de Cristo y columna de la verdad (1 Timoteo 3:15), tiene un llamado continuo y urgente a perseverar en los fundamentos que la distinguen como pueblo santo y consagrado al Señor. Este llamado no es un mero ideal, sino una demanda de fidelidad que emana del carácter de Dios, quien es santo, justo y perfecto (1 Pedro 1:16). En este breve ensayo reflexionaremos sobre la importancia de perseverar en santidad, adoración, doctrina y obediencia, pilares que sostienen la vida y misión de la iglesia. 1. SANTIDAD: EL DISTINTIVO DE LA IGLESIA La santidad no es opcional para la iglesia; es su esencia. Hemos sido llamados a ser santos porque Dios es santo (Levítico 19:2). La iglesia no debe conformarse a los patrones de este mundo (Romanos 12:2), sino vivir como un pueblo apartado para Dios, rechazando el pecado y abrazando la justicia. Esta santidad no se alcanza por nuestras propias fuerzas, sino que es obra de la gracia de Cristo en nosotros, a través del Espíritu Santo (2 Corintios 7:1). Perseverar en santidad es vivir en continua comunión con Dios, confesando nuestros pecados y creciendo en conformidad a Su voluntad. 2. ADORACIÓN: TODA LA GLORA ES DE DIOS La adoración es el centro de la vida de la iglesia, pues ha sido creada para la alabanza de Su gloria (Efesios 1:12). Perseverar en adoración significa no solo congregarse con reverencia para cantar, orar y escuchar la Palabra, sino también vivir una vida que refleje el señorío de Cristo en todo lo que hacemos (1 Corintios 10:31). Una iglesia que persevera en adoración no se distrae con las formas del mundo, sino que busca glorificar al Dios trino con un corazón contrito y un espíritu humilde (Salmo 51:17). 3. DOCTRINA: LA VERDAD NOS HACE LIBRES La iglesia es llamada a ser guardiana de la doctrina bíblica, permaneciendo firme en la enseñanza apostólica (Hechos 2:42). La fidelidad doctrinal es esencial, ya que la sana doctrina no solo guía a la iglesia en la verdad, sino que también protege contra el error y las herejías que amenazan la pureza del evangelio (2 Timoteo 1:13-14). Perseverar en doctrina nos librará del fanatismo, del error, del engaño y la superstición; no fundados en suposiciones o especulaciones sino confiando en la autoridad de la Escritura, que es suficiente, clara y eficaz para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17). 4. OBEDIENCIA: LA FE EN ACCIÓN La obediencia es la evidencia de una fe genuina. Cristo mismo enseñó que quienes lo aman guardarán sus mandamientos (Juan 14:15). La iglesia es llamada a vivir en obediencia activa, no solo en aspectos externos, sino también en la disposición interna del corazón. Perseverar en obediencia significa caminar en conformidad con la Palabra de Dios, incluso en medio de pruebas y persecuciones, confiando en que sus mandatos son buenos y llevan a la vida (Salmo 119:105). FIRMES Y ADELANTE. El llamado de la iglesia a perseverar en santidad, adoración, doctrina y obediencia es una manifestación de su identidad como pueblo redimido por Cristo y habitado por el Espíritu Santo. Este llamado no es una carga, sino un privilegio, pues nos permite reflejar al mundo la gloria del Dios vivo. Como dijo Juan Calvino: “Nuestras vidas no son nuestras; debemos, pues, vivir y morir para Dios”. Que la iglesia persevere fielmente hasta el día en que su Señor regrese y la encuentre irreprensible, como una novia preparada para las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7-8).

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