602 episodios

El Evangelio, día a día, desde dentro.
Una breve reflexión que nos adentra en el corazón de Cristo.

Léelas y escúchalas cada mañana
¡Sólo necesitas unos minutos!

Voces en On | HAKUNA behakuna

    • Religión y espiritualidad

El Evangelio, día a día, desde dentro.
Una breve reflexión que nos adentra en el corazón de Cristo.

Léelas y escúchalas cada mañana
¡Sólo necesitas unos minutos!

    Martes, 30 de abril de 2024

    Martes, 30 de abril de 2024

    Jn 14, 27-31a • Mi paz os doy.
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
    Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo».
    ---------------------------


    La cena está yendo genial. Todo esta dispuesto, como se pidió.
    Ya les he dicho todo lo que tenía que decirles, y más de una vez.
    Repetido por activa y por pasiva.
    Padre, ¿cómo hacer que mis palabras calen en su corazón?
    ¿Cómo hacer que entiendan que me voy, pero no me separo de ellos?

    Veo sus caras: no entienden nada. Les entrego mi paz, pero les puede el miedo.
    ¿Están listos para que pase todo?
    ¿Estoy listo para marcharme? ¿para que me abandonen?
    «Que no se turbe vuestro corazón» les digo, y se lo seguiré pidiendo aunque las dudas les sigan gritando.

    Es así, necesitan verlo. Qué implica amarte, Padre.
    Qué implica obedecerte.
    Implica soltar, y renunciar.
    Implica entregar y abrazar.
    Implica morir.
    Implica perderlo todo, como los pierdo un poco a ellos a partir de esta noche.

    Pero si puedo dejarles algo, que sea mi paz.
    Que aunque se mueran de miedo, mi paz les mantenga juntos.
    Les mantenga expectantes de lo imposible.
    Porque lo imposible es donde yo juego. Lo imposible es lo que va a pasar.

    ¡Abba, papá! Déjame dejarles todo mi amor aquí con ellos.
    No dejes de recordarles cuánto los amamos, que esto será por todos ellos.

    Siento que cuando sufran no se acordarán de mis palabras: no tengáis miedo. Mi paz os doy.
    Que calen hoy mis palabras, Padre.
    Que los amo, y les dejo todo lo que tengo: mi paz.

    • 4 min
    Lunes, 29 de abril de 2024

    Lunes, 29 de abril de 2024

    Mt 11, 25-30 • Has escondido estas cosas a los sabios, y las has revelado a los pequeños.
    En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
    «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
    Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
    Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

    ----------------------------------

    No sé quien eres.
    Pero has llegado a la ciudad y has parado el paso de los carros con el gentío que se ha formado.
    Mi compañero se baja a escucharte, y yo me quedo con los bueyes escuchando de lejos.
    Porque no sé quién eres.
    Das las gracias al Padre porque ha revelado las cosas a los sencillos.
    Yo soy un hombre más, que labra el campo en las mañanas. Mi hijo el mayor está muy enfermo, ya no puede ponerse en pie. Y a mí nadie me ha revelado nada.
    No sé quién eres y no te entiendo.

    De repente dices «Venid a mí» y se ha movido algo por dentro.
    «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré».
    Me has mirado, por un segundo, y se ha ido mi mano al corazón, ha dado un vuelco y late fuerte.
    Me apoyo en el yugo de los bueyes, que no se inmutan.
    Pero está pasando algo.

    ¿Me hablas a mí? Si no te conozco.
    ¿Tú sabes quién soy?
    «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón».
    Miro el yugo sobre el que me apoyo. Es de madera, heredado de mi padre y él también de su padre.
    Con él los bueyes se reparten las cargas, y labran sin cansarse.

    ¿Qué reparta contigo las cargas? ¡No te conozco!
    ¿Por qué querrías ayudarme? Te oído y hasta ahora no era consciente de que mi vida pesa mucho.

    Y te has revelado a mí. Que soy sencillo.

    No entiendo, ¿o sí entiendo?
    ¿Por qué un maestro miraría a un hombre como yo?
    ¿Por qué te oigo y mi corazón late fuerte? ¿Por qué quiero acercarme a contarte todo?

    Me sigues mirando. Susurras algo a uno de los tuyos.
    Mi compañero vuelve. “Dice uno de sus discípulos que el Maestro quiere comer hoy en tu casa. Que quiere ver a tu hijo Daniel”.

    Me has visto, Maestro.
    Ahora sé que mi corazón te estaba buscando: ¿Quién eres?

    • 4 min
    Domingo, 28 de abril de 2024

    Domingo, 28 de abril de 2024

    Jn 15, 1-8 • El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
    Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
    Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
    Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
    Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
    Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
    ------------------
    Escucharte es un deleite para los sentidos. Cuando hablas, el corazón se esponja y se abre a la verdad.

    No me gusta perderme ni una sola palabra —me siento siempre cerca de Ti, cuanto más cerca mejor—. Muchos han caminado durante días para venir a verte y escuchar tu Mensaje. Todos queremos escuchar al Nazareno.

    Tu parábola de esta mañana ha sido preciosa. Luego hemos compartido qué nos parecía a todos, de qué manera nos habían resonado tus palabras y, ¡qué maravilla!

    Es extraordinario ver cómo tu Palabra tiene tanta fuerza. Es increíble ver cómo vas moviendo nuestros corazones de una forma tan creativa. No hay nada que se le compare a tu Palabra. Tu Palabra tiene la fuerza necesaria para llevarse a realización a sí misma. Ella misma se realiza porque tiene ese poder.

    Sí; tu Palabra germina y da fruto. No hablo solo de los frutos que han de venir, —los que ya han florecido—. Hoy tu Palabra me ha interpelado en cuanto a los frutos que han de venir.
    Y cada uno de los que te seguimos lo sabe. Solo en Ti culmina el encuentro con la Verdad, esa que emerge de nuestros corazones, como una ola del mar que va inundando la playa. Todo lo impregnas. Y los frutos no llegan por nuestros méritos o nuestras capacidades. No llegan porque nuestros corazones sean productores de frutos, sino porque Tú eres vid.

    Has puesto palabras a mi necesidad; necesito crecer en Ti. Necesito permanecer en Ti.

    Sin Ti nada puedo, pero no quiero poder nada si no es conTigo, de tu mano. No quiero crecer en ninguna vid que no seas Tú, ni ser labrado por ningún labrador que no sea tu Padre.

    Porque solo en tu vid me realizo, solo en Ti el deseo del corazón se realiza en plenitud. Solo en Ti quiero permanecer, porque solo el Amor engendra la maravilla.

    Conciérteme en fruto, mi Rabbí. Sírvete de mí; ¡quiero darte gloria!

    • 5 min
    Sábado, 27 de abril de 2024

    Sábado, 27 de abril de 2024

    Jn 14, 7-14 • Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
    Felipe le dice:
    «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
    Jesús le replica:
    «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
    En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».



    «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?».

    No sé, Señor.
    Quizás no.

    Llevo años a tu lado, y no me entero de nada.

    Cuánto más abro los ojos, menos veo.

    Siento que otros me adelantan por la derecha. Que soy especialmente torpe. Que estoy especialmente sordo.

    Pero aquí sigo, torpe y sordo.

    Así me llamaste, y lucho por entender.

    Sigues hablando: «Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

    ¿Si te lo pido...?

    Tal vez no deba hacer siempre lo mismo si espero recibir otras cosas, ¿eso me dices, Maestro?

    Tal vez hay que dejar de luchar y empezar a pedir.

    Porque los dos sabemos que yo solo no me entero.

    A lo mejor no es pedir que me los muertes, ¡es pedir que lo vea!

    Creer que me lo muestras en Ti.
    Que en mi vida estás Tú y está contigo el Padre.
    No pedir que estés, porque estás.
    ¡Pedir verlo!
    ¡Suplicar por no perder la honda conciencia de que estás, Señor!

    Quiero ver la realidad, ¡limpia mis ojos!
    Quiero amar mi realidad,
    ¡limpia mi corazón!
    Quiero guiarme por tus palabras aunque no las entienda,
    ¡limpia mis oídos! ¡limpia mi alma!

    Todo esto te pido, escondido, en lo hondo.
    Enséñame a pedir, no te canses de repetírmelo.

    Ten paciencia conmigo, por si me vuelvo a caer.

    Aún no he entendido.
    Pero si Tú permaneces con este tonto...
    Este tonto no se va.

    • 3 min
    Viernes, 26 de abril de 2024

    Viernes, 26 de abril de 2024

    Mt 5, 13-16 • Vosotros sois la luz del mundo.
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
    No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
    Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
    Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
    Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

    ---------------

    Voy comentando con Natanael mientras caminamos eso que explicabas por la mañana.
    La sal de la tierra. La luz del mundo.
    Me ha hecho sentirme importante, ¡me ha gustado lo que has dicho!

    En esto que hemos adelantado a Tomás y lo hemos visto agobiado. «¿No habéis oído que “si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? ¿Qué solo servirá para tirarla y que la pise la gente”?».

    Vaya.
    Tal vez esto no es sólo un piropo a nosotros.
    ¿Será esto nuestra misión? No perder lo que nos hace sal, lo que nos da la luz.
    «Y que la luz no se podía poner debajo de la mesa, que no podemos escondernos» decía Santiago el Menor.
    «¿Pero a quién vais a iluminar vosotros?» ha reído Simón el pescador, que nos adelanta con su hermano.

    Tal vez no estás pidiendo mucho, maestro.
    Pero, si nos has escogido a nosotros, será por algo, ¿no?

    Y si nos has dicho que somos la sal, pues… podremos, ¿no?
    Con los agobios hemos ido aminorando el paso, y después de Simón y Andrés nos adelantan los Santiagos, el Leví, las mujeres, y al final, Tú, que venías hablando con la Magdalena.

    Y, muerto de vergüenza, te he preguntado si estás seguro de que podríamos nosotros ser sal y luz.
    Te has reído y me has abrazado sin dejar de caminar… me da paz saber que mi torpeza te saca una sonrisa en vez de enfadarte. Si Tú dices que soy sal, tendré que fiarme de que sabes porqué me eliges, ¿no?
    «No le has respondido» ha señalado Tomás.
    Y aunque es cierto, aún con tu brazo rodeándome me has mirado a los ojos y he entendido un poco.

    Si no me separo de la luz, seré luz también.
    Y si aprendo a saborear tu palabra, podré ser sal.

    ¿Que los habrá más lúcidos y más salados? Pues sí.
    Pero Tú me has escogido a mí. Y eso tiene que bastar.

    • 3 min
    Jueves, 25 de abril de 2024

    Jueves, 25 de abril de 2024

    Mc 16, 15-20 • Proclamad el Evangelio a toda la creación

    En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
    El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
    A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
    Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.


    -------------
    Te apareces primero a María Magdalena.
    ¿Por qué primero a ella? Ella te lloró, quiso ir a buscarte cuando el ángel le dijo que no estabas ahí, y después quiso gritar que habías resucitado, pero nadie le creyó.

    Y por último a nosotros once.
    Once.
    Todavía nos cuesta este número.
    Todavía nos cuesta creer que ya no seamos doce. Que uno de nosotros ya no esté aquí porque el orgullo, la desesperanza y la vergüenza pudieron con él.

    Por último, te apareces a nosotros.
    ¿Por qué que nos dejas para el final?
    Nosotros tampoco creímos, pero tu amor infinito por nosotros no tiene límites y, por eso, vuelves a nosotros. Aunque te hayamos fallado una vez más, porque somos débiles, siempre vuelves.

    No te esperábamos. Estábamos tranquilamente cenando. Todos alrededor de la mesa, como en la última cena.

    Pero esta vez no estabas Tú. Discutíamos ese rumor que se había ido propagando por toda la región, y que a nosotros tanto nos estaba costando creer.

    Necesitábamos ver, tocar. Y de repente apareces Tú. Nos echas en cara nuestra incredulidad y dureza de corazón y nos dices que vayamos al mundo entero a proclamar el Evangelio a toda la creación.

    Incrédulos y duros de corazón. Razón no te falta, Jesús. Habíamos tenido varias oportunidades de creer. Tú mismo nos habías dicho antes de subir al cielo lo que iba a suceder y ni siquiera así habíamos sido capaces de creer.

    ¿Que más necesitábamos? Justo esto. Que aparecieras delante de nosotros, en carne y hueso, que nos hablaras directamente. Que pudiéramos tocarte, verte.

    Tú sabías de nuestra incredulidad y dureza de corazón y una vez más lo dejas pasar.

    Vuelves a nosotros porque lo que has venido a decirnos es mucho más importante.

    «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio».

    Al mundo entero.
    A toda la creación.
    Que no quede ni un rincón del planeta sin conocerte.
    Que no quede ni una sola criatura que no haya escuchado sobre Ti.


    Llevarte al mundo.
    Nosotros once, que te hemos seguido durante estos años, de región en región, de casa en casa, curando enfermos, expulsando demonios, perdonando pecadores.

    Nosotros once que hemos podido escucharte, verte, tocarte, aprender de Ti.
    A nosotros once nos toca salir ahí fuera y llevarte al mundo.

    ¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo te llevamos al mundo?

    Mostrando lo que hemos vivido. No con palabras sino con hechos.
    Dejando que Tú vayas haciéndote uno con nosotros, para que los demás puedan reconocerte en nosotros.

    Porque nosotros nos hemos encontrado con Jesús.
    Y esa es la buena noticia que queremos regalar al mundo.

    • 5 min

Top podcasts de Religión y espiritualidad

365 con Dios
Wenddy Neciosup
L'ofici de viure
Catalunya Ràdio
Meditación Guiada | Meditaciones Guiadas | Meditar | Relajación | Sí Medito | En Español
Rosario Vicencio - Guía de meditación, reiki master y coach de bienestar.
DOSIS DIARIA ROKA
Roka Stereo
Iker Jiménez Confidencial
retirandomeporaqui
10 minutos con Jesús
10 Minutos con Jesús