Con A de Alma Alejandra Labraga

Es el amor que más nos han inculcado, un amor generoso hacia los demás. Sin embargo, el amor que damos y recibimos es solo un reflejo de nuestro amor propio.

El amor romántico es uno de los grandes maestros, nos "despierta". Y no precisamente como hacen los príncipes con las princesas durmientes de los cuentos.

En una relación, muchas veces dejamos de "ser" para "complacer" y esperamos que el otro haga lo mismo para sentirnos amad@s. Entonces el amor se convierte en condición.

No es lo mismo completarse que complementarse. Ser media naranja significa que nos falta la mitad, mientras que si somos ya dos completas podemos sumar y hacer un rico zumo.

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¡No te pierdas el primer capítulo de nuestra trilogía del amor!

Amarse a un@ mism@ es una de las cosas más difíciles de practicar, básicamente porque no nos lo han enseñado.

En parte, porque muchas veces se asocia con ser egoísta, cuando es precisamente todo lo contrario: me ocupo primero de mí para no cargar ni exigir esa responsabilidad a los demás.

Cuando la idea de sentir amor propio depende del exterior (recibir atención, amor, cuidado, valoración de los demás, etc.), la frustración está asegurada. ¿Os suena?

Porque el exterior es cambiante y así ha de ser, y la única persona que estará siempre contigo eres tú. Y cuando estás a gusto contigo, todo lo demás es un regalo, no una necesidad. ¡Te esperamos!

¿Quién no se ha empeñado alguna vez en que algo tiene que ocurrir de la manera que un@ quiere?

Queremos que esa persona, relación, trabajo, cumpla con nuestras expectativas. Cuando no es así, nos sentimos frustrados y decepcionados, con los demás y con nosotr@s mism@s.

Estar esperando que algo o alguien sea como nos gustaría nos saca del presente. Quien espera desespera... y poner la vida en "modo pausa" no es la solución.

Construye una vida que no viva pendiente de esa expectativa y permanece atent@ a todo el abanico de posibilidades que no estás viendo.

Quizás te llevas una grata sorpresa y vives algo mucho mejor que aquello que tanto esperabas...

Reconocer nuestras habilidades no implica creerse por encima de otras personas que seguro poseen otras cualidades diferentes e igualmente importantes.

Pero culturalmente suele estar sobrevalorada la modestia, entendida como "no alardear". Sin embargo, reconocer nuestros dones se considera prepotente o un exceso de autoestima.

En este episodio hablamos de dos aspectos clave que "frenan" la confianza en nosotr@s mism@s: esperar la aprobación externa y el constante diálogo interno que tenemos en nuestra mente.

No olvidemos que todo lo que se nos da bien de forma innata, es para reconocerlo, expresarlo y compartirlo. ¡No guardemos dentro algo tan valioso!

Hay una gran diferencia entre "no hacer nada" y "no hacer nada productivo", como cumplir un objetivo o una meta.

Al poner toda nuestra atención en conseguir algo, no nos permitimos parar a disfrutar de los "regalos" que encontramos por el camino, ni siquiera los vemos.

Cuando no quieres perderte nada, eres tú el que se está perdiendo, porque no pararte es una forma de no estar contigo.

Nos olvidamos de nuestra naturaleza orgánica para volvernos robots productivos que para parar deben habérselo "ganado".

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Cuando nos cargamos de demandas (propias y ajenas), cuando gana el "debo" frente al "quiero" o nos cuesta decir NO a tiempo, etc. realmente no estamos disfrutando de casi nada.

No nos damos cuenta de que estamos eligiendo todo aquello a lo que culpamos de nuestro malestar. Nos da miedo quedar mal, decepcionar a los demás o sentirnos culpables. Y el precio es muy alto.

Cuando paramos, podemos conectar con lo más profundo y auténtico en nosotr@s, con lo que funciona y con lo que no, con lo que alimenta el alma y con lo que alimenta el miedo.

Desde el miedo, puedes tener al amor de tu vida delante de ti y dejarlo pasar porque estás mirando en otra dirección.

Y tú... ¿Te atreves a parar para escucharte? Solo tienes que permitir el silencio, donde están todas las respuestas.