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Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

Reflejos de su gloria David y Maribel

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Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.

    Hechos-072 Cristo sale al encuentro

    Hechos-072 Cristo sale al encuentro

    Mientras apedreaban a Esteban por anunciar el evangelio, notamos que un joven llamado Saulo, natural de Tarso, aguantaba las ropas de los que lo apedreaban y consentía en su muerte. Este era un perseguidor de cristianos, y nos dice el versículo 3 del capítulo 8 que “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”

    El capítulo 9 nos narra cómo este “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.”

    Y fue así como Saulo salió camino a Damasco, con la determinación de encontrar y arrestar a estos cristianos. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
    El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
    Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:3-9).

    ¿Qué sucedería ahora que este perseguidor de Cristo había experimentado un encuentro personal con el Señor? ¿Cómo cambiaría su vida?

    Dios lo tenía todo planeado. Ananías, un seguidor de Jesús, recibió instrucción de ir a encontrar a Saulo el perseguidor. Este al principio se mostró preocupado por la misión que se le estaba asignando, ya que la fama de Saulo era conocida por todos. Dios le estaba diciendo que Saulo oraba y había visto en visión que un varón llamado Ananías vendría a él, y que pondría las manos sobre él para devolverle la vista. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:15-19).

    Ananías confió en Dios a pesar de la amenaza que Saulo suponía y participó en el plan de Dios para la expansión del evangelio.

    Imagino que durante esos días que Pablo permaneció en Damasco, estuvo recibiendo enseñanza intensiva de parte de los discípulos de Cristo, los cuales le mostraron en la ley que este conocía todo lo anunciado sobre el Mesías y cómo Jesús cumplió la ley y vino a salvar al mundo de su pecado. Y leemos a continuación cómo pasados muchos días, Pablo, el que había perseguido a la iglesia de Cristo, era perseguido por los líderes religiosos que lo habían enviado a Damasco, ya que este comenzó a predicar a Cristo en las sinagogas, proclamando que Jesús era sin duda Cristo, el Hijo de Dios.

    Pablo llegó a encontrarse en una situación difícil; los creyentes en Cristo dudaban de él porque hacía nada los había estado persiguiendo, y los judíos y los griegos querían matarlo porque se había convertido al evangelio.

    Fue en este momento que Bernabé, confiando en Dios, intercedió por Pablo ante los apóstoles en Jerusalén, contán

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    Hechos-071 La expansión del evangelio

    Hechos-071 La expansión del evangelio

    ¡Qué poco nos gusta sufrir! Es normal para el ser humano evitar el sufrimiento y la opresión. Sin embargo, incluso las situaciones difíciles que llegan a nuestra vida pueden traer consigo resultados favorables en diferentes aspectos. En Hechos vemos cómo la opresión y persecución llevaron a la iglesia de Cristo a dispersarse y así llevar el evangelio a diferentes zonas del mapa. 

    La muerte de Esteban a manos de aquellos que odiaban el evangelio de Cristo inició una persecución de los del Camino, como los llamaban entonces. Los creyentes en Jerusalén tuvieron que salir por toda la región de Judea y de Samaria mientras los apóstoles permanecieron en Jerusalén, y dieron sepultura a Esteban. Mas Saulo, un fariseo presente en la muerte de Esteban “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” Las autoridades judías en Jerusalén insistían en reprimir el avivamiento que Cristo había impulsado. Y mientras ellos luchaban por apagar la llama del Espíritu, vemos en el capítulo 8 de Hechos que aquellos que tenían que huir de Jerusalén seguían predicando el evangelio dondequiera que iban. 

    Felipe, uno de los siete diáconos elegidos por los apóstoles para ayudar a la iglesia salió hacia Samaria, donde Dios hizo señales y muchos recibieron la Palabra. Nos cuenta Lucas cómo el Espíritu del Señor guió a Felipe hacia Gaza para que por el camino se encontrara con un funcionario de la reina Candace de Etiopía que volvía de Jerusalén. El eunuco etíope iba en su carro mientras Felipe corriendo intentaba mantenerse a la misma altura del carruaje. Felipe le preguntó al eunuco si entendía lo que estaba leyendo. Este hombre que volvía de adorar en el templo le dijo que leía del libro de Isaías, y pidió a Felipe que subiera al carro con él si podía explicarle lo que leía. Felipe subió, y le explicó lo que Isaías 53 enseñaba sobre el Mesías, que “Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.”
    Felipe le explicó el evangelio de Jesús, y el eunuco puso su fe en Cristo y fue bautizado. Después de esto, Felipe continuó hacia Cesarea, y anunciaba las buenas nuevas del evangelio por donde iba. 

    Aquellos que perseguían a los cristianos no se dieron por vencidos, sino que encontramos a Saulo de Tarso yendo hacia Damasco en busca de los cristianos que habían salido de Jerusalén y que estaban extendiendo el mensaje del evangelio hasta más allá de las regiones de Judea y Samaria. 

    Ya les había anunciado Jesús al ascender al cielo que le serían testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la Tierra. Y los líderes que se oponían a Jesús estaban, si se puede expresar así, haciendo necesario el cumplimiento de esta tarea. 

    Este viaje de Saulo para destruir la expansión del evangelio resultaría, sin este saberlo aún, en un avivamiento todavía mayor en la iglesia de Cristo de la época. 

    Muchos sufrieron. Juan y Pedro fueron encarcelados en múltiples ocasiones, y en todas Dios los ayudó, llegando ellos a predicar el evangelio incluso en cadenas. Algunos tuvieron que morir a causa del evangelio, como fue el caso de Esteban, o de Jacobo, hermano de Juan, el cual fue herido de espada a manos del rey Herodes, el mismo cruel Herodes que había mandado cortar la cabeza de Juan el Bautista.

    El mensaje de salvación de Cristo es vivo y es eficaz; y es para tiempos buenos y para tiempos malos. El mensaje de salvación produce gozo para los que lo reciben y amargura para aquellos que lo rechazan. Las reacciones a la verdad del evangelio pueden ser opuestas, pero algo queda claro, y es que cuando una persona es confrontada con su necesidad personal de arrepentimiento ante el regalo de fe que Cristo ofrece, no puede

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    Hechos-070 La iglesia de Cristo

    Hechos-070 La iglesia de Cristo

    Nos cuenta Hechos 2:42-47 las experiencias que vivieron los primeros cristianos en Jerusalén, esos días después de la entrega del prometido Espíritu Santo. Como había indicado la profecía del Antiguo Testamento, y para dejar evidencia que esta era la entrega de la promesa, Dios permitió que los apóstoles hicieran muchas maravillas y señales. Estos milagros sucedieron para que todos los presentes pudieran identificar el cumplimiento de la palabra dada por Dios en el libro de Joel (Joel 2) 

    En medio de las señales que vivían, muchos que habían escuchado el mensaje durante el ministerio terrenal de Cristo creyeron el evangelio y se unieron a la iglesia. Nos dice el texto que los creyentes estaban atentos a las necesidades de otros creyentes, y algunos incluso vendían sus bienes para ayudar a los necesitados. No debemos entender del texto que vivían en comunas ni que nadie tuviera nada propio, porque vemos que cada uno tenía su casa. Incluso, cuando una familia vendía su terreno, tenían el derecho de guardar para sí el precio de la venta. Esto lo vemos en la triste historia de Ananías y Safira, los cuales, queriendo ser como algunos que habían vendido sus bienes para ayudar a los necesitados, pero a la vez mantener parte del dinero, decidieron mentir sobre el precio de venta de su hacienda. Pedro les aseguró que su pecado no fue quedarse con el dinero que les pertenecía. Su pecado fue mentir en cuanto a ello. 

    Los primeros cristianos se reunían para adorar a Dios y pasar tiempo juntos en distintas casas, y también se reunían en el templo contínuamente, perseverando en la Palabra y la oración. Hechos 5:42 “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” Sin duda, se mantenían unidos y se ayudaban unos a otros. Y todo esto lo hacían, como leemos en Hechos 2, con alegría y sencillez de corazón. 

    Esta ferviente iglesia de Jerusalén creció en número, y nos narra Lucas que tocó la vida del pueblo entero. “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” Qué precioso ejemplo para cualquier grupo de creyentes en cualquier lugar. 

    Esta iglesia en Jerusalén sufría oposición de los líderes de la ciudad, siendo Pedro y Juan arrestados en varias ocasiones por predicar la Palabra. Mas los apóstoles se sintieron “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41). Pedro y Juan fueron liberados por la gracia de Dios y pudieron seguir predicando la Palabra, pero no todos los que compartían el nombre de Cristo tuvieron la misma suerte. 

    Esteban, uno de los hombres que ayudaban a los apóstoles a servir a los creyentes en Jerusalén fue asesinado por predicar la Palabra. Algunos que querían hacerle mal, al ver que no podían encontrar nada de qué acusarlo, habían mentido contra él, acusándolo de blasfemia y de querer destruir el templo. Cuando el sumo sacerdote le interrogó, Esteban dio un largo discurso sobre la trayectoria del pueblo de Israel, y cómo vez tras vez el pueblo de Dios había dado la espalda a Dios a pesar del gran amor del Señor hacia ellos. Esteban reprendió a los que escuchaban con estas palabras: “Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
    ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores”
    Hechos 7:51-52

    Y oyendo estos a Esteban, se enfurecieron mucho y lo sacaron de la ciudad, y lo apedrearon violentamente. Confrontados con el evangelio no se arrepintieron, sino que se enfurecieron. Esteban perdió su vida ese día, mas la vida eterna en Cristo nadie se la podía arrebatar. Leemos que Esteban “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que esta

    • 6 min
    Hechos-069 Proclamando la verdad

    Hechos-069 Proclamando la verdad

    Nos cuenta Lucas en el capítulo 3 de Hechos que Pedro y Juan sanaron a un cojo de nacimiento que pedía limosna fuera del templo. Este, al verse sanado, no se despegó de ellos, sino que nos dice el texto que entró en el templo con ellos, y “teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad.”

    En el versículo 15 Pedro los acusa diciendo: “matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Pedro aquí identifica a Jesús como “el Autor de la vida,” dejando clara su deidad. Era por el poder de este Autor de la vida que este hombre cojo había sido sanado, y sin embargo, en lugar de arrepentirse y reconocer a Jesucristo como Salvador, ellos habían rechazado al Mesías.

    En el versículo 19 vemos que Pedro una vez más invita a los oyentes a venir a Cristo diciendo: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.”

    Nos dice el capítulo 4 que mientras hablaban, vinieron los sacerdotes con los jefes de la guardia del templo y los saduceos, los cuales negaban la resurrección, y arrestaron a Pedro, a Juan, y al hombre que había sido sanado, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente. Pensaban que arrestándolos acabarían con el mensaje de Jesucristo, pero nos dice el texto que los que oyeron creyeron, y se convirtieron a Cristo unos 5000 varones. Imaginemos el número de mujeres y niños que también habrían creído a la predicación de Pedro y los otros discípulos. 

    Ante tal revuelta, los gobernadores y líderes religiosos se reunieron para cuestionar a los discípulos, preguntándoles: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo” puesto en pie les dijo: “el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.”

    Y prosiguió proclamando la salvación ofrecida por Cristo, explicando que “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”

    Después de escuchar a Pedro y Juan estaban todos maravillados, porque sabían que estos no tenían estudios, y sin embargo se notaba que habían estado con Jesús, porque hablaban como su Maestro. ¡Qué preciosa afirmación de parte de aquellos que estaban en contra del evangelio. Dijeron: “¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.”

    No podían negar que Dios estaba en ellos, y sin embargo, querían hacerlos callar. Les amenazaron para que no hablaran a nadie de Cristo, mas ellos respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” Amenazándolos, los soltaron, mas no podían castigarlos de ningún modo porque todo el pueblo había visto las obras de estos y habían oído el mensaje del evangelio. ¡Qué precioso testimonio!

    Si llegara el momento en que las autoridades te pidieran que callaras y no compartieras tu fe en Cristo, ¿cuál sería tu reacción? Los creyentes podían creer, pero no podían compartir su fe. Sin embargo, Juan y Pedro, con mansedumbre, se negaron a conformarse con quedarse el mensaje para sí mismos y

    • 7 min
    Hechos-068 Más que lenguas

    Hechos-068 Más que lenguas

    Hechos 2
    La celebración de Pentecostés traía a muchos judíos a Jerusalén. Hechos 2 nos narra que se habían juntado judíos de muchas nacionalidades. Nos dice el versículo 5 que “Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.” Y estando unidos los seguidores de Jesús, algo muy extraño sucedió: “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.”

    El viento y el fuego son dos imágenes que ya hemos visto asociadas al Espíritu de Jehová en el Antiguo Testamento. Imagina lo sorprendidos que estarían cuando de repente un viento se levantó. Y luego, sobre la cabeza de cada uno de los presentes se alzaron como pequeñas lenguas de fuego. Y nos continúa diciendo el texto, que “fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.”

    Las personas ahí presentes se dieron cuenta de que los galileos hablaban el idioma de la región de cada uno que escuchaba. Dice el texto que decían: ”Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.”

    Notemos que este don de lenguas, regalo de Dios, no se trataba de lenguas extrañas que nadie entendía. Esto es lo que muchos que malinterpretan el don de lenguas defienden; sin embargo la Biblia nos enseña que cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, las lenguas que se hablaron fueron idiomas que otros entendían, y una forma de que el evangelio de Jesucristo fuera esparcido a todos los confines de la Tierra. En el capítulo 4 versículo 31 nos dice que los creyentes, “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” Este era el resultado de ser llenos del Espíritu, el compartir la Palabra de Dios.

    Nos dice en el capítulo 2 que los que allí se encontraban aquel día estaban “atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?”

    No entendían lo que estaba ocurriendo. Algunos incluso comenzaron a acusarlos de estar borrachos. En este momento Pedro se levantó y habló a los oyentes, explicando que esto que estaba ocurriendo había sido anunciado por el profeta Joel en el Antiguo Testamento.

    Les dijo además que Jesús, el cual ellos habían entregado y matado, había resucitado, como David había profetizado en el Salmo 16 y en el Salmo 110.

    Y acabó Pedro con esta afirmación: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

    “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” Hechos 2:37-39.

    Ese día tan especial, “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

    Estos desde ese día, perseveraron “en la doctrina de los apóstoles, en comunión unos con otros, en el partimiento del pan en memoria de la obra de Cristo, y en las oraciones.”

    Notemos que Pedro, en su mensaje ese día, les dij

    • 7 min
    Hechos-067 La Promesa del Padre

    Hechos-067 La Promesa del Padre

    El Señor Jesús, antes de ascender al cielo, les había pedido que permanecieran en Jerusalén hasta que recibieran la promesa. 

    Lucas 24:49 lee  “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”

    Y en Hechos 1:4 dice que “estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre.”

    ¿Cuál era la promesa que esperaban del Padre? 

    Esta promesa, según leemos en los evangelios, era el Espíritu Santo de Dios. En Hechos 1:8 Jesús les había mandado que esparcieran el mensaje del evangelio, pero no lo harían es sus propias fuerzas, sino que dijo: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”

    Desde el principio del ministerio de Jesús había sido anunciado que a diferencia de Juan, el cual bautizaba con agua, Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33) dentro de no muchos días.

    En Juan 15:26 dijo “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, {es decir,} el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí.

    Leemos en Juan 16 cómo había enseñado Jesús diciendo: “Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”... “Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os {lo} hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os {lo} hará saber.”

    Esto ocurriría, según Juan 7:39, cuando Cristo fuera glorificado; es decir, cuando después de muerto hubiera resucitado y ascendido en gloria al cielo. Una vez Jesús ascendió al cielo, el Espíritu Santo vendría a habitar en la vida de cada uno que previamente depositara su fe en Cristo. 

    Esta promesa debía dar aliento a los seguidores de Jesús que lo verían sufrir a manos de los judíos y romanos, lo verían crucificado en una infame cruz. Gracias a Dios, a la mañana del tercer día, había vencido la muerte, resucitando y encontrándose con muchos de sus seguidores. Nos narra Hechos 1 que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.” ¡Qué privilegio haber podido sentarse una vez más a los pies de Cristo para oír sus palabras. Después de esto Jesús había ascendido al Padre, no sin antes dar, como dice el versículo 2 del primer capítulo de Hechos “mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido, ” esto es, que compartieran lo que habían visto y vivido por toda Jerusalén, por Judea, y hasta los fines de la tierra (Mateo 28:19-20). Hasta recibir el Espíritu,  debían permanecer en Jerusalén, como Jesús les había indicado. 

    ¿Pero cuándo vendría este prometido Consolador? ¿Cómo lo reconocerían? 
    No les había dado estos detalles. Debían esperar con fe en la incertidumbre. 

    De este modo, y en estas condiciones, encontramos a los discípulos al principio del libro de los Hechos, juntos en Jerusalén, reuniéndose y repasando las verdades que habían oído y habían vivido, esperando la promesa del Consolador, este precioso bautismo del Espíritu que Jesús había prometido y que tenemos registrado en los cuatro evangelios (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33).

    ¡Qué difícil se hace esperar cuando no conocemos todos los detalles! ¿verdad? Mas Dios quiere que confiemos en Él aún cuando no vemos el cómo y el por qué; cuand

    • 6 min

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Marcy Wolsieffer Ward ,

Una bendición

Aprecio mucho estos estudios que siguen la historia de la Biblia para que en todo veamos al Mesías.

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